Leonardo Escoda: escuchar música callada

Rara vez te encuentras a un artista con un sentimiento tan profundamente arraigado en su territorio, con una obra que en gran parte tiene como objetivo captar la esencia de este territorio. Su recorrido fue una continua búsqueda por su entorno, por su paisaje, y por el compromiso que tenía como creador con su realidad, una forma de ser que se puede resumir en una frase suya: ser artista es una forma de entender la vida, de ir por el mundo, e incluso es una forma de encontrar respuestas. Hijo de Roberto Escoda, uno de los pintores emblemáticos de las Terres de l'Ebre, vivió desde pequeño bordeado de pinturas y de los utensilios pictóricos de su padre, un ambiente que orientó su vocación artística.

Creador de una obra abstracta, que tiene casi siempre como referente el paisaje que le vio crecer, que vivía día tras día, el Delta, su río, los campos de arroz, la tierra de secano con sus olivos, que lo traducía en obras de lenta elaboración, con densas pinceladas, para crear sus espacios, sus paisajes. Espacios con grietas, con accidentes, con costuras, con marcas, espacios vividos que invitan al espectador a la contemplación. En su producción el soporte era un elemento esencial que Leonardo consideraba que debía integrar como un elemento más de sus obras. Soportes que daban la impresión de ser telas y papeles encontrados, telas y papeles con historias, historias que esconden sus secretos. Y cómo no hacer referencia al viento, otro elemento constante en su obra; tal y como apuntaba Arnau Puig, toda su obra bascula en torno al tema del viento, omnipresente en su tierra. Memoria del viento fue el título de una muestra suya en el Antiguo Ayuntamiento de Tarragona.

Música callada, Leonardo Escoda

Así como el viento va depositando su polvo y cubriendo parte del territorio creando nuevas formas y escondiendo otras, Leonardo trabajaba de forma similar, cubriendo sus soportes, dotándoles de nuevas texturas, de superficies más densas, como si fuera obra del paso del tiempo. La última muestra suya fue Música callada, en un espacio singular, el monasterio de Poblet, una obra que de algún modo sintetiza su trabajo; en ese entorno sus telas transmitían lo que el artista había querido al titular su exposición.