Tarsila y Brasil caníbal

A finales de febrero, llegó al Museo Guggenheim de Bilbao, procedente de París, una amplia retrospectiva de Tarsila do Amaral, abanderada e icono de Brasil vanguardista. Una iniciativa que viene a sumarse a aquellas pioneras que redescubrieron en nuestro país a la pintora (Fundación Juan March, Madrid, 2009) y la modernidad brasileña (Brasil. De la antropofagia a Brasilia, IVAM, Valencia, 2000-2001).

São Paulo-París: itinerarios de ida y vuelta

París, el verdadero París, el que me dejó impresiones indelebles, fue el París de 1923. Ya lo había conocido tres años antes [...] pero nada profundo inundó mi sensibilidad. Saliendo de Brasil en 1920 [...] fui a parar al ambiente pompier parisino. No había visitado ninguna galería moderna.

Aunque Tarsila se había instalado en París en 1920, es después de un breve regreso a Brasil en 1922, en el que se adhiere al movimiento de renovación impulsado por la Semana de Arte Moderna de São Paulo y con algunos de sus participantes —la pintora Anita Malfatti y los poetas Oswald de Andrade, Menot da en la capital francesa en 1923, se introduce en los círculos más innovadores de la capital del Sena. En contacto con el cubismo depura su lenguaje, mientras que el descubrimiento del primitivismo vía vanguardia le acerca a sus raíces brasileñas. Si en Sao Paulo había emprendido la senda de la modernidad que conduce a París, en París inicia un camino de regreso a los orígenes que la llevará de nuevo a Brasil.

Estudo (Academia nº 2), Tarsila do Amaral (1923). © Tarsila do Amaral © Sergio Guerini

Redescubriendo Brasil: el viaje a Minas Gerais y Río de Janeiro

Íbamos en grupo, para descubrir Brasil […] Enconté en Minas los colores que me encantaban cuando era una niña. Luego, me enseñaron que eran feos y caipiras […] Pero más tarde me vengué de la opresión, trasladándolos a mis lienzos […] Pintura limpia, sobre todo, sin miedo a cánones convencionales. Libertad y sinceridad, cierta estilización que la adaptaba a la época moderna.

En este viaje a la semilla, en busca de un sustrato cultural, acompañada por Blaise Cendrars y los vanguardistas paulinos, que recorre Río de Janeiro y el carnaval y Brasil caipira del XVIII de Minas Gerais, Tarsila reencuentra los colores y formas ingenuas del barroco de su infancia. Fruto de ello es A negra, quien, con su sensualidad directa y primitiva, anticipa la etapa antropofágica. La pintura de Tarsila ha deglutido en París la modernidad europea y, nutrida en Brasil de la tradición vernácula, está preparada para la digestión antropófaga.

A Metrópole, Tarsila do Amaral (1958). © Tarsila do Amaral © Marcelo Spatafora

De Pau-Brasil al Manifesto Antropófago

Mi pintura, a la que llamaron Pablo-Brasil, tuvo origen en un viaje a Minas en 1924 […] El contacto con aquella tierra llena de tradición […] despertó en mí el sentimiento de “brasilería”. Otro movimiento, el Antropofágico, tuvo su origen en un cuadro de 1928 […] Ante aquella figura monstruosa de pies colosales, pesadamente apoyados en la tierra […], al que dieron el nombre de Abaporu –antropófago–, decidieron crear un movimiento artístico y literario situado en tierra brasileña.

El Manifesto Pau-Brasil (1924), firmado por Oswald de Andrade -con el que Tarsila formará la brillante pareja Tarsiwald-, inaugura un despertar cultural nacionalista y moderno que cristalizará en el Manifesto Antropófago (1928). Las pinturas de Tarsila se convertirán en el emblema de este movimiento caníbal de ingestión del ajeno para su metabolización en las formas mestizas de la primera vanguardia brasileña. Como predica el manifiesto: “Tupí or not tupí, that's the question”.

Auto-retrato I, Tarsila do Amaral (1924). © Tarsila do Amaral © Artistic-Cultural Collection of the Governmental Palaces of the State of São Paulo / Romulo Fialdini