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Opinión

La cultura como respuesta a un futuro incierto

Sèrie ECG9 basada en la reforma de la nova seu de bonart a Girona, Yurian Quintanas (2024)
La cultura como respuesta a un futuro incierto

Una mirada retrospectiva en los últimos veinticinco años no puede hacer sino constatar que las tesis milenaristas iban fallas. El mundo no ha terminado. La llegada del 2000 no implicó ningún colapso tecnológico, ni las puertas del infierno se abrieron al son de las trompetas del Apocalipsis. Sin embargo, irónicamente, estos mismos veinticinco años han estado marcados por lo que algunos teóricos sociales llaman la lenta cancelación del futuro: las crisis económicas cíclicas, la desarticulación de los fundamentos sociales y políticos de la democracia, la rápida aceleración tecnológica y la certeza de la radical emergencia de situaciones a la emergencia climática nos inducen. La precariedad y la temporalidad laboral, la dificultad de acceso a la vivienda o el impacto de la inteligencia artificial han generado un enorme malestar entre los trabajadores y trabajadoras de la cultura.

En este contexto, el ámbito cultural se ha convertido en espacio de tensiones sociales y políticas que pone de manifiesto el papel del arte más allá de la función recreativa y de entretenimiento al que algunos lo quieren relegar. Por eso, la apuesta por los derechos culturales, que lleva años cristalizando por todo el planeta, es una estrategia que va más allá de un marco discursivo. Supone transformar la misma forma en que entendemos la cultura: no sólo desde la perspectiva del acceso, sino desde el derecho a la creación y la participación. El Estatuto del Artista es un símbolo y un reto de este cambio de paradigma: mejores condiciones laborales y fiscales para los creadores, así como mayor igualdad y diversidad en el sector y en las instituciones. También la intervención sobre la inteligencia artificial y las plataformas, para proteger los derechos de autor y el trabajo de los trabajadores y trabajadoras culturales. Asimismo, la transformación necesaria de la actual cultura fósil: es necesario revisar y transformar, desde los contenidos hasta los fundamentos productivos del sistema del arte, el papel que ha jugado en la reproducción de dinámicas extractivistas y ecocidas.

Dice Antonio Monegal que la cultura es como el aire que respiramos. Aunque puede parecer invisible, es un recurso vital, un bien esencial. La cultura nos configura tanto como la educación. Para los próximos veinticinco años, pues, necesitamos que las instituciones culturales y artísticas sean una pieza fundamental para imaginar futuros alternativos posibles, reforzar la democracia y mejorar, literal y metafóricamente, el aire que respiramos.

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