Miquel Barceló acaba de publicar 'De mi vida', un libro editado por Galaxia Gutenberg, y que es un viaje en la vida y obra del artista que a los catorce años ya sabía que iba a ser pintor. Un chapuzón total para entender de dónde sale su capilla de Palma o la cúpula de la ONU en Ginebra. A continuación, 5 pinceladas para despertar el hambre de leerlo:
1.Bucear y pintar
La conexión entre el mar y la pintura es absoluta por Barceló. “Sumergirse es cómo pintar escribe”. Nacido en Felanitx, la importancia de Mallorca y del mar está presente desde el arranque del libro. “Pintar, nadar, leer. Esto es lo que siempre he hecho”, escribe. Convencido de que la pintura está ligada a la infancia, nos habla de su madre de quien heredó el caballete y las pinturas al óleo. Con su padre tuvo una relación muy mala, asegura. Pero retrospectivamente dice que no puede reprocharle nada porque de él aprendió los nombres de los pájaros, los árboles y los peces.
2. Pasión por la lectura
A tres años Miquel Barceló ya leía, devoró la biblioteca municipal de Felanitx y conoció a Rimbaud, Baudelaire, Nerval, Kafka, Canetti, Faulkner, Conrad, Yeats, Verne, Nabokov, Pessoa, Artaud, Fitzgerald… (la lista de lectura reproducida en la página 129 del libro es imperdible). Barceló ha dedicado mucho tiempo a la lectura, y de hecho este volumen lleva un título que brota de un verso de Góngora que dice 'Hermoso dueño de la vida mía', aunque la relación de Barceló y la poesía ya es materia de otro artículo.
3. Tres tipografías, una voz
El libro está construido con tres tipografías, una por las notas que acompañan a las imágenes, otra para la transcripción de sus cuadernos y una tercera para sus manifestaciones orales que intentan reflejar su hablar. Una combinación que teje un tapiz donde hay fotografías, dibujos, imágenes de sus cuadernos, una avalancha de elementos que nos hacen cercano a Barceló. Hacia el final del libro dice: “en realidad, no cambiemos, siempre somos los mismos. Sentimos las sensaciones, la angustia, en el mismo sitio, como algo que te muerde y no te deja”.
4. África como medida de todas las cosas
En la geografía particular de Barceló hay un continente que le ayudó a no perderse. "Era en 1986. Sentía la presión insoportable de toda aquella gente que me venía detrás, fui famoso demasiado joven, estaba harto de los marchantes de arte, por eso quería ver el desierto, el vacío". Con este contexto, no es de extrañar que sobre todo en Gao (Mali), Barceló le diera la vuelta a la comprensión de las cosas que llevaba aprendidas.
5. Escupir la pintura
"Pintar es una pulsión que te posee por completo"; “Pichar hacia el cielo. Escupir la pintura, ¡el dripping amplificado!; "La pintura, como la lectura y el amor, pide tiempo". Y mientras va forjando estas afirmaciones siempre volver a Pollock, Picasso, Toulouse-Lauttrec, Tintoretto… Al final del libro escribe: “Lo que pinté en París durante el verano de 1983 no es muy distinto al que he hecho este verano. Los colores han cambiado un poco, hoy pinto sobre todo azul y rojo. Pero lo de los colores, es como cambiar de camisa. No hay nada místico, los colores vuelven cuando existe un deseo”. Aunque desde hace años no hace diferencias entre pintura, escultura y cerámica. Dice que todos sus cuadros se aguantan de pie y sus esculturas se pueden colgar en las paredes.
Mali, Miquel Barceló (1991)