La vida y obra de Gabriele Münter (1877–1962) son un testimonio de resistencia, exploración y rebeldía creativa. En un mundo del arte dominado por los hombres, la artista alemana supo abrirse un camino, destacando como una de las fundadoras del movimiento expresionista Der Blaue Reiter. Sin embargo, su nombre ha sido demasiado a menudo eclipsado por los de sus contemporáneos masculinos, como Kandinsky o Franz Marc . Por este motivo, y con el objetivo de rectificar ese olvido, el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza acoge hasta febrero esta retrospectiva dedicada a Münter.
Con más de 150 obras entre pinturas, fotografías, dibujos y documentos, la exposición muestra la riqueza de una trayectoria que abarcó más de seis décadas y nunca dejó de transformarse. Se trata de la primera retrospectiva en España dedicada a esta artista, después de que en 2022 el Zentrum Paul Klee de Berna organizara la primera muestra completa sobre ella.
Münter fue una artista innovadora que desafió a las convenciones de su tiempo. Su interés inicial por la fotografía, un medio todavía poco establecido, le permitió explorar la realidad con una mirada directa y sincera. Recibió su primera cámara, una Kodak, durante un viaje a Estados Unidos, y empezó a experimentar. Estas primeras imágenes, a menudo espontáneas, influyeron decisivamente en su lenguaje pictórico posterior, caracterizado por encuadres precisos y formas simplificadas. Sus composiciones apuntaban ya a una búsqueda de la esencia, un hilo conductor a lo largo de toda su obra.
'Niña en una calle', Misuri (1900). © Gabriele Münter, VEGAP, Madrid
Su formación en Düsseldorf y más tarde en la escuela Phalanx de Munich, donde conoció a Wassily Kandinsky, marcó un punto de inflexión. Los viajes que realizaron juntos por Europa y el norte de África enriquecieron su obra con influencias de Van Gogh, Gauguin y Matisse. Pero fue en Murnau, un pequeño pueblo alpino, donde Münter halló su verdadera voz artística. Inmersa en una utopía de vida rural, desarrolló algunas de sus obras más emblemáticas, explorando la conexión espiritual entre el arte y la naturaleza. Sus pinturas de Murnau, con colores intensos y líneas claras, transmiten una sencillez lírica pero a la vez potente.
Su participación en Der Blaue Reiter fue fundamental para el desarrollo del movimiento, pero incluso en este círculo avanzado, las mujeres artistas eran a menudo marginadas de las discusiones teóricas. Sin embargo, logró convertirse en una de las figuras más destacadas del expresionismo alemán a principios del siglo XX, gracias a una obra que no sólo reflexionaba sobre el mundo interior del artista, sino también sobre la realidad espiritual y emocional que transmitían sus motivos. Sin embargo, su trayectoria no puede reducirse sólo a esta etapa, y su producción posterior muestra a una artista en constante evolución.
'Naturaleza muerta con San Jorge' (1911). © Gabriele Münter, VEGAP, Madrid
La Primera Guerra Mundial supuso una ruptura en su vida personal y profesional. Durante su exilio en Estocolmo, la influencia del decorativismo sueco suavizó sus tonos y dotó a sus obras de un estilo más gráfico. A su regreso a Alemania, sin una residencia fija, se centró en el dibujo, hasta que en 1925 se estableció en Berlín. Esta etapa llevó su obra hacia un estilo más cercano a la Nueva Objetividad, reflejando los tiempos convulsos que vivía Alemania.
Su regreso definitivo a Murnau a finales de los años veinte marcó un nuevo capítulo en su carrera. Aquí, reanudó los paisajes que le habían inspirado en sus inicios, pero ahora su trabajo se caracterizó por una mirada más madura, marcada por la nostalgia y la pureza de la vida rural.
La obra de Münter, diversa como su trayectoria, es una constante exploración de la esencia de las cosas: "Extraigo los aspectos más expresivos de la realidad y los represento con sencillez, yendo al grano, sin florituras."
Esta retrospectiva en el Thyssen redescubre a una artista esencial y pretende reparar un agravio histórico. A pesar de su indiscutible contribución al expresionismo, Münter fue olvidada durante décadas, a menudo reducida al papel de estudiante o pareja de Kandinsky. Esta exposición rompe con esta narrativa reductiva y muestra a una creadora independiente, experimental y profundamente arraigada a su propia visión del mundo.
'Señora escribiendo en un silón' (1929). © Gabriele Münter, VEGAP, Madrid