Ayer, la Galería Miguel Marcos abrió sus puertas en 'Tauromía', una exposición vibrante y profunda en la que Carlos Franco , uno de los nombres clave del arte contemporáneo español, nos sumerge en su visión personal del mundo taurino. Esta muestra reúne una selección de obras en las que el pintor madrileño explora la tauromaquia desde una perspectiva que fusiona tradición y modernidad, belleza y brutalidad, envuelto en un estilo tanto gestual como poético.
Carlos Franco, conocido por su fascinación por la figura humana, el mito y las tradiciones culturales, nos invita aquí a descubrir la tauromaquia como nunca la habíamos visto. En 'Tauromía', el toreo no es sólo un espectáculo; es un arte, un drama en el que el color y la forma despliegan la intensidad del enfrentamiento entre hombre y toro. Inspirado desde su infancia por figuras icónicas del toreo como Curro Romero, Franco convierte el movimiento del torero en una danza pictórica en la que cada trazo tiene la elegancia y el riesgo de un movimiento de capote.
La exposición nos lleva al centro de la plaza, pero también a una dimensión introspectiva, en la que la tauromaquia se convierte en una metáfora del proceso creativo. En las obras de Franco, el toro es algo más que un animal; es un arquetipo, una representación del desafío y la pasión indomable, mientras que el torero encarna la lucha entre razón e instinto, en un equilibrio precario entre el arte y la destrucción.
Con una paleta de colores intensos y una pincelada enérgica, Carlos Franco, al igual que hicieron Goya o Picasso en su momento, reinterpreta la tauromaquia y le otorga un nuevo sentido: aquí se diluyen los límites de la plaza para transformarse en un espacio simbólico y emocional, donde la lucha adquiere una dimensión estética.
No es casualidad que en el 2022 recibiera el encargo de diseñar el cartel de la Corrida Goyesca de Ronda, un reconocimiento a su capacidad para capturar la esencia del toreo con una mirada contemporánea. Ahora, en 'Tauromía', Franco retoma ese pulso visual entre tradición y modernidad y lo lleva aún más allá, mostrándonos el toreo como un ritual que sigue vivo en la memoria colectiva.
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