Alisa Sibirskaya da la vuelta al concepto de belleza con su exposición 'Belleza furtiva', donde crea escenas que evocan la tradición pictórica de las vanidades, pero con un objetivo claro: cuestionar las bases de una sociedad donde todo parece reducido a un producto de consumo .
Nacida en Krasnoyarsk en 1989, Sibirskaya explora la relación entre mortalidad y cotidianidad desde una perspectiva introspectiva y crítica. Inspirándose en los maestros de la pintura de los siglos XVI y XVII, recurre a los elementos visuales de estos clásicos y los reinterpreta con un lenguaje moderno. A través de un híbrido de hiperrealismo y onirismo, ofrece una radiografía de la realidad, evocando alegorías tanto religiosas como seculares. Desde las representaciones del pecado original a las vanidades, pasando por figuras míticas y folclóricas, su obra conecta con la esencia de estas composiciones tradicionales —aquellas escenas de flores marchitas, frutas en descomposición y cráneos que recuerdan la brevedad de la vida y lo efímero de los placeres terrenales—. Sin embargo, en lugar de alegorías barrocas, su obra es un reflejo de los excesos y de la banalidad de la sociedad contemporánea. El género de la vanitas que Sibirskaya trabaja pretende recordarnos la transitoriedad de la existencia; sin embargo, en su obra esta tradición parece hablar a un mundo enloquecido por el consumo y la sobreproducción.
'In the kitchen' © Alisa Sibirskaya
La exposición, comisariada por Natàlia Chocarro en el programa Puntos de Fuga de la Fundación Vila Casas, recoge una serie de fotografías en las que la iluminación cálida y las expresiones frágiles de los personajes configuran una atmósfera de nostalgia que atraviesa el tiempo, donde pasado y presente se mezclan para crear una crítica sutil a la superficialidad.
Sibirskaya, después de formarse en música y teatro en su Siberia natal, viajó por Europa, estableciéndose primero en Madrid y después en Barcelona, donde empezó a desarrollar su obra fotográfica. Para ella, la fotografía es una fusión de artes que no sólo capta al instante, sino que lo transforma. Según explica, sus imágenes son como un diario personal, su forma de comunicarse con el mundo.
Su vínculo con Siberia es inseparable de su obra. El frío, los paisajes de hielo, la ausencia de color y el romanticismo inhóspito de la región se reflejan en su perspectiva artística y su imaginario visual. Aunque su fotografía no es explícitamente activista, su obra contiene una fuerte carga de crítica social: Sibirskaya abandonó Rusia para oponerse al régimen de Putin y defender al colectivo LGTBI, una postura que impregna sutilmente sus imágenes .
Hasta el 23 de febrero en el Museo Ruso de Málaga, Sibirskaya nos invita a sumergirnos en un universo donde el tiempo parece detenido, pero donde la crítica social resuena con fuerza.
'Dream' © Alisa Sibirskaya