Un espacio en escombros en Kiiv, una mezcla entre suciedad y magnificencia, se convierte en el punto de partida de 'The Temptation of Death', un viaje visual en el que Boris Mijaílov (Ucrania, 1938), con su irreverencia habitual, profundiza en los traumas del pasado y las sombras del presente. Lejos de limitarse a la denuncia o al simple testigo, el artista opta por un formato poco convencional: los dípticos. Este nuevo lenguaje le permite, más allá de exponer imágenes, explorar la dualidad de las experiencias humanas en una serie que se mueve entre la belleza desoladora y el caos de Ucrania todavía marcada por las heridas de la historia.
La muestra, en el marco del festival Panorámico, presenta la mirada de Boris Mijaílov, quien profundiza en la historia del crematorio de Kiiv: un proyecto iniciado en 1969, pero abandonado trece años después por el miedo a que su arquitectura evocara demasiado las atrocidades de la Segunda Guerra Mundial. Los artistas Ada Rybachuk y Vladimir Melnichenko habían intentado reformular el proyecto con un Muro de la Memoria para homenajear a las víctimas ucranianas de los nazis, pero el Estado soviético, incómodo con la fuerza simbólica del diseño, optó por enterrar el muro con más hormigón, dejando el edificio como un fragmento de memoria enterrada.
Esta visita al crematorio en ruinas despertó en Mijaílov una necesidad de confrontar el pasado con el presente de una forma nueva. Por eso, en vez de aplicar su estilo directo, conocido por capturar el dolor y las contradicciones del ser humano en situaciones extremas, aquí utiliza el díptico por primera vez, un formato que le permite combinar imágenes de diferentes épocas, creando nuevos significados y resurgiendo viejas imágenes con una nueva intensidad. Para el artista, el díptico, cuya historia se remonta al arte clásico, funciona como una página de un libro, un formato que le da la oportunidad de reinventarse y de abrir su obra en interpretaciones más enigmáticas.
En 'The Temptation of Death', los 35 dípticos hacen coexistir imágenes del crematorio con fotografías de su extensa obra anterior, tejiendo una narrativa autobiográfica de su vida y de las historias que han marcado Ucrania. "Es como una novela," comenta Mijaílov, que se deja llevar por un nuevo orden narrativo en el que el díptico, en vez de dividir, crea uniones visuales. En esta estructura de parejas de imágenes, la memoria colectiva de un país se entrelaza con su propia biografía, y su historia personal es inseparable de las tensiones históricas que atraviesan Ucrania, entre el capitalismo presente y el pasado comunista .
Su obra, cargada de ironía, crudeza y ternura, revela una intención crítica que cuestiona los ideales de realidad y documentación. Mijaillov ha desdibujado los límites entre el documental y la ficción, creando un arte a contracorriente que se opone a cualquier pretensión de objetividad. Esta subversión ha hecho que su trabajo haya sido frecuentemente un reflejo incómodo pero necesario para la sociedad poscomunista. No le han resultado ajenas la censura o desastre de Chernobyl, los excesos del turismo alemán en Mallorca o la guerra actual en Ucrania, circunstancias que han sido parte esencial de su mirada crítica. Además fue un pionero en la representación fotográfica del desnudo masculino y de la fotoperformance, explorando aspectos de la condición humana desde nuevas perspectivas.
Como parte del festival Panorámico y abierta al público hasta el 24 de noviembre, esta exposición está comisariada por Iván de la Nuez, quien define a Mijailov como un Balzac contemporáneo. Con su cámara, el artista captura la decadencia y existencia humana en toda su fragilidad, evocando una “comedia humana” que oscila entre la luz y la oscuridad. La obra de Mijaílov se convierte en un arte de vida propia, que nos habla de memoria, destrucción e identidad. Con 'The Temptation of Death', Boris Mijaílov vuelve a sus raíces en una Ucrania herida, para hacernos pensar sobre el futuro todavía borroso con una muestra llena de sentido político y social.