Más allá de la escultura monumental que le hizo reconocible, Eduardo Chillida expandió su lenguaje artístico hacia formatos más accesibles, acercando sus formas e ideas a nuevos entornos. Esta versatilidad es lo que celebra el Artium Museoa de Vitoria-Gasteiz con la exposición 'Chillida. Usos aplicados', que invita al público a descubrir un Chillida que no sólo trabaja el volumen sino que se desplaza hacia las dos dimensiones, poblando el espacio gráfico y publicitario. Esta muestra, abierta hasta febrero, cuenta con el apoyo de Chillida Leku, la Fundación Eduardo Chillida – Pilar Belzunce, y Mondragon en el marco del centenario del nacimiento del artista.
La locución que da nombre a la exposición, 'Usos aplicados', evidencia este proceso de transformación de las formas del vasco cuando éstas se allanan y pierden el volumen para contactar con el diseño gráfico, la cartelería, el arte textil o la joyería, y enriquecen identidades de marca dentro del marketing y la publicidad. Esta obra gráfica se ejemplifica en las más de 70 piezas que reúne la exposición: dibujos, grabados, carteles, collages y elementos de mercadotecnia, que reflejan cómo su trazo se convierte en símbolo , capaz de habitar desde los logotipos institucionales de la Universidad del País Vasco y el Museo Reina Sofía hasta carteles de eventos como los Juegos Olímpicos de Munich de 1972 o las protestas antinucleares en la costa vasca.
Cartell dels Jocs Olímpics de Munich, Eduardo Chillida (1972)
'Chillida. Usos aplicados' revela también una dicotomía esencial en el artista: mientras que Chillida era reacia a crear múltiples de sus esculturas para mantener su singularidad, con la gráfica experimenta una apertura radical. A través de técnicas como la serigrafía, el aguafuerte o la xilografía, acerca su trabajo a la sociedad, y sus figuras se multiplican, convirtiéndose en unidades de comunicación de masas.
La trayectoria de Chillida en este campo muestra una evolución clara: desde sus dibujos figurativos tempranos, influenciados por el estudio de la figura humana y elementos naturales durante sus años en París, hasta la abstracción geométrica que marcará su lenguaje maduro . Esta transición fue posible gracias a una visión profunda del espacio, materia y tiempo, y su habilidad para entender el vacío y el juego interespacial de los volúmenes, conceptos centrales en su obra que emergen ya a finales de los años cuarenta y que maduran en la segunda mitad del siglo XX.
Logotip contra una costa vasca nuclear, Eduardo Chillida (1974)
También cabe hablar del Chillida activista, que en la esfera pública emergió en un momento de cambio profundo, coincidiendo con el fin de una época y el inicio de otra, en plena Transición española. Este rol social y comprometido del artista se alineaba con la actividad de otras figuras del Grupo Gaur, como Oteiza y especialmente Basterretxea, con quien compartía la voluntad de intervenir en favor de la sociedad vasca y de sus instituciones. Chillida creó logotipos que se convirtieron en emblemas reconocidos de luchas sociales y derechos fundamentales: libertad de expresión, antinuclearización, amnistía para los presos políticos y derechos humanos, muchos de ellos adoptados por Amnistía Internacional. Sus diseños, con el tiempo, fueron asumidos por la sociedad vasca como parte de una memoria visual colectiva.
En este juego de intercambios y conexiones, Chillida emerge como una figura bifacética: un creador entre la originalidad aurática de su obra escultórica y la democratización de sus formas gráficas, que hoy se han convertido en verdaderos iconos visuales. Sus líneas, aunque descontextualizadas de las esculturas originales, siguen siendo reconocibles y vigentes.
Cartell per a un festival a favor de l'amnistía dels presos al frontón d'Anoeta, Eduardo Chilida (1976)