Tres exposiciones sobre la condición humana, la belleza cotidiana y la fuerza de la naturaleza llegan a la Sala Parés, que acoge las obras de Luisa Granero, Eva Miaquel y Carlos Díaz, tres artistas que, a través de lenguajes y estéticas muy diversas, ofrecen miradas singulares sobre el mundo que nos rodea.
Un legado de fuerza y sensibilidad
La exposición dedicada a Luisa Granero (Barcelona, 1924-2012) es un homenaje a una de las escultoras más destacadas del siglo XX, coincidiendo con el centenario de su nacimiento. Se exponen doce esculturas que son representativas de su trayectoria artística y al mismo tiempo ejemplifican su valentía en un mundo donde las mujeres a menudo eran relegadas a un segundo plano.
Con sólo 16 años, ingresó en la Escuela de Artes y Oficios de Barcelona, donde empezó a forjar su carrera. Para poder asumir el coste de los estudios, trabajó como modelo y ayudante de taller de figuras reconocidas como Ernesto Santasusagna, Frederic Marès y Lluís Muntaner. Pudo explorar la técnica de la escultura monumental de cerca junto a maestros consagrados, y empezó a desarrollar su propio lenguaje artístico.
Uno de los momentos importantes de su carrera llegó en 1956, cuando ganó el prestigioso Premio Sant Jordi con la escultura 'Ayuda al desvalido', una obra que, realizada en piedra caliza y actualmente ubicada en los Jardines de la Maternidad de Barcelona, fue un encargo de la Diputación de Barcelona y se ha convertido en un referente del compromiso social de Granero. Su capacidad para capturar la esencia de la maternidad y la solidaridad a través de una forma elegante la consolidó en el panorama artístico de esa época. Más adelante, se convertía en la primera mujer catedrática de escultura de España en la Escuela de Bellas Artes de Barcelona, abriendo el camino en un campo tradicionalmente dominado por los hombres.
Los materiales que utilizaba, como la tierra cocida, el yeso, el bronce y el mármol, son testigos de su versatilidad e innovación. Sus esculturas, más allá de ser obras de arte, pretenden ser una reflexión sobre la condición humana y sus complejidades. Con gran sensibilidad, Granero capturaba la esencia de las formas humanas, especialmente en las representaciones femeninas, que a menudo abordaban temáticas como la maternidad y la fragilidad, reinterpretando al mismo tiempo los cánones clásicos.
'El silló', Luisa Granero
Archipiélago humano
Eva Miquel (Barcelona, 1970) nos transporta a un mundo en el que la belleza y la inquietud se fusionan en paisajes de una gran fuerza poética. Su obra, basada en la reinterpretación de referentes fotográficos, nos transporta a escenas en blanco y negro que reflejan las complejidades de nuestra realidad contemporánea. Las figuras que aparecen en sus dibujos, sean seres en éxodo o almas perdidas, buscan confrontarnos con lo que a menudo evitamos: nuestros propios miedos y vulnerabilidades.
Con un trazo delicado y una composición meticulosa, Miguel crea paisajes en los que la belleza y la desolación parecen coexistir, y hablan de la condición humana en su sentido más profundo. Temas como la soledad, el exilio y el deseo de pertenencia son los habituales en sus obras, intentando ir más allá de la superficialidad y la aparente sencillez de lo cotidiano .
A lo largo de su trayectoria, Eva Miquel ha trabajado con distintos lenguajes artísticos, pero es a través del dibujo que ha podido transmitir un mensaje profundamente humanista, transformando los paisajes en reflexiones emocionales. Esta dedicación al dibujo le ha llevado a ser finalista en el premio Ynglada-Guillot en los años 2021 y 2022. Además, ha explorado el vídeo y la fotografía en obras tan destacadas como Desde el agua al Museo Altamira dentro del festival PhotoEspaña, y Mutismos II en la Galería Palmadotze (2022). Ha participado en ferias como ARCO, Artissima, LOOP, Estampa y SWAB, y su obra se encuentra en colecciones como las de la Fundación Luis Coromina, Fundación Bassat, Fundación Sorigué y Caja Madrid.
Horitzó humà, Eva Miquel
Hallazgos
Se trata de una visión poética del paisaje urbano, en la que cada detalle es un reflejo de la belleza cotidiana. Las obras de Carlos Díaz (Barcelona, 1968), marcadas por la luz, constituyen un diálogo constante entre el mundo natural y el metropolitano. A través de una paleta rica y texturas que evocan el paso del tiempo a través de paredes erosionadas, Díaz transforma escenas aparentemente ordinarias en momentos extraordinarios, buscando algo profundamente contemplativo en el silencio de las escenas, en la quietud de los elementos.
Sus obras llevan a percibir la ciudad de una forma diferente, explorando el efecto de la luz en el paisaje urbano, capturando los juegos de sombras, los reflejos que se producen después de la lluvia o cómo el sol se filtra entre las ramas de los árboles. Tal y como Díaz lo expresa “las sombras parecen narrar historias paralelas, reflejando su complejidad y atrevimiento”.
Con una trayectoria que le ha llevado a exponer en ciudades como Madrid, Chicago, Miami y Viena, Díaz captura instantes de calma y contemplación en un mundo a menudo frenético.
Las tres exposiciones están abiertas al público en la Sala Parés de Barcelona hasta el 23 de noviembre.
'El món al revés', Carlos Díaz