Romantización indigenista en el Bon Pastor

La vorágine de la actual ciudad de Barcelona es producto de una biopolítica especulativa y una praxis urbanística clientelar que, en el nombre de una ciudadanía precarizada y domesticada, tiene la potestad de articular y concebir espacios públicos, como la rotonda de Monterrey, ubicada en el barrio del Bon Pastor. Un claro ejemplo de la estetización de la vía pública, a través de la conformación de la colosal escultura 'Yo, América', realizada por el escultor mexicano Alberto Cavazos, durante el gobierno municipal de Pasqual Maragall.

En primer lugar, la rotonda de Monterrey es un espacio reservado a la regulación del tráfico rodado e intransitable para los peatones más curiosos que, según el antropólogo Marc Augé, podría catalogarse como un no sitio. En medio de la rotonda se encuentra la gran escultura metálica de color rojo que simboliza el hermanamiento entre las ciudades de Barcelona y Monterrey, a través de la representación de una guerrera chichimeca, proveniente de un pueblo indígena del norte de México. Un hermanamiento que celebra la romantización de un pasado colonial y legado cultural común, ocultando otros relatos apócrifos al discurso oficial, relacionados con el genocidio cultural y humano, la esclavitud o el expolio extraccionista de la corona española.

Desde un segundo término, la escultura de Cavazos, sin dudar de su maestría técnica, responde a una subjetivización alterizada del cuerpo desnudo de la guerrera en una suerte de formas geométricas poscubistas, reduciendo el mundo simbólico, la identidad etnoracial y las problemáticas contemporáneas del pueblo indígena chichimeca en un imaginario primitivo y mitificado, cercano a la teoría del buen salvaje de Rousseau. Un imaginario plástico reinterpretado en el nombre del progreso y buen gusto estético de las vanguardias artísticas europeas.

Por último, hay que añadir que la problematización de la escultura radicaría en su interpretación sesgada y carente de una perspectiva más indígena centrada, como consecuencia poscolonial, en un natural proceso asimilacionista que menosprecia las prácticas artísticas indígenas como una suerte de folclore y arte popular.