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Editorial

Manifiesta 15: ¿Colonialismo cultural, cohesión metropolitana...?

Hoy se inaugura oficialmente pero ayer se celebró el acto de presentación en sociedad en el Palau de Pedralbes.

El riu era verd i blau i groc [The river was green and blue and yellow], 2024 © Rosa Tharrats and Gabriel Ventura. Photo © Manifesta 15 Barcelona Metropolitana / Ivan Erofeev
Manifiesta 15: ¿Colonialismo cultural, cohesión metropolitana...?
Ricard Planas Camps - 12/09/24

Ya sé, este titular no es para hacer amigos, pero si sirve mínimamente para reflexionar críticamente, pues para algo habrá servido. La operación Manifesta es algo que tiene claros y oscuros contrastados, esto lo ve y lo sabe todo el mundo. Un buen puñado de la gente del sector con el que hablo, opina sobre el macroevento con la boca pequeña, ya que primero hay que saber cómo acabará todo. Aparte, están todas las administraciones del sector representadas –por lo tanto, puedes quedarte sin algún encargo como opines demasiado. Además, en este pequeño país tendemos a la cultura de la destrucción de todo lo que hace el otro, y menos a menudo de la crítica reflexiva y que sirva para construir mejores realidades. Anoche, fui a la presentación de la Manifesta 15 en sociedad, con ilusión –como dicen– en el Palau de Pedralbes –un lugar elegante y con cierto regusto de naftalina–, con un buen grupo de invitados y pude saludar con cordialidad, entre otros, a la recién estrenada consejera de Cultura de la Generalidad de Cataluña, Sònia Hernández. También estaban los artistas Gabriel Ventura y Rosa Tharrats, los críticos de arte Conxita Oliver y Joan Gil, el galerista Miguel Marcos, el artista y promotor Bernat Daviu, la directora de Arco Maribel López, la directora del Macba Elvira Dyangani, Ferran Barenblit, antiguo responsable del equipamiento museístico barcelonés, la presidenta de la Fundación Miró Sara Puig, Marta Gustà, jefe de artes del ICEC, Pere Almeda, director del Institut Ramon Llull o Montse Badia, jefe de A*desk...

Y, entre conversación y conversación, con una de las personas que hablé y de la que no voy a citar el nombre, pero de una lucidez extrema, surgió un concepto nuclear: colonialismo cultural. La fundación privada que gestiona el evento Manifesta 15 Barcelona, con la tutorización de las administraciones del país, está dirigida por la incombustible Hedwig Fijen, conservadora holandesa; una mujer que sin negarle las ganas de transformar las sociedades por donde pasa la nómada bienal -las cosas en cultura y en cualquier ámbito para consolidarse cuestan mucho tiempo y trabajo- también es un negocio cultural que levanta dinero y que tiene ese regusto de bienvenido míster Marshall. Siempre hay latente, no la falta de ser receptivos a las aportaciones vengan de donde vengan, sino un cierto compleja de haber importar creatividad foránea para homologarnos y tener que patalear para poder acceder a la tarta del evento. Porque la cultura angloamericana marca las directrices -miramos el museo MOCO en Barcelona- y el sentido de autoestima que no florece excesivamente en nuestras tropas culturales: a pesar de haber generado algunos de los iconos artísticos y culturales más relevantes del siglo XX y XXI.

Pero volvamos. La Manifesta es una inversión de casi ocho millones de euros (5.211.513 euros Ayuntamiento de Barcelona, 1 millón Departamento de Cultura de la Generalidad de Cataluña, 1,2 millones Diputación de Barcelona y 500 mil Ministerio de Cultura) y, para más inri, debe pagarse para acceder; no estoy en contra de que se pague por disfrutar de la cultura, sino que con tanto dinero público invertido no se quiera hacer un esfuerzo de democratización y socialización, dos palabras clave y gastadas como las que más. Ocho millones no es poco para un sector que se afana por cobrar un sueldo mileurista a final de mes, pero que tampoco es desorbitado cuando se mide con otros certámenes o acciones en materia cultural. Periodistas, agentes culturales, artistas y coleccionistas han venido y vendrán de todas formas seguro. Y la Manifesta ha conseguido mirar el prisma de la cultura metropolitana de Barcelona con una mayor amplitud e interacción -incluso entre los técnicos municipales-, y abrir las "Tres Chimeneas" de Sant Adrià del Besòs. Y ya que las distancias hoy en día –con el factor del tren de alta velocidad como variable– ya no se miden sólo en kilómetros sino con tiempo: Lleida, Tarragona y Girona son, ahora lo llamaré, área metropolitana de Barcelona. Algunas veces voy más rápido viajando a Girona en 30 minutos que pasando la metrópolis de punta a punta. Del transporte de Renfe para desplazarse entre las sedes no hablaré por no ponernos a llorar; se reivindica el transporte público desde las administraciones del país pero la oferta y el servicio son para comprar un coche de combustión, porque los eléctricos son caros -excepto los de segunda mano- y los puntos de carga un drama. Ya hechos, la podríamos haber alargado un poco la Manifesta y hubiéramos hecho una bienal de país. Nada más, iremos informando y mirando cómo se desarrolla uno de los eventos más importantes de este año, como también lo está siendo el año Tàpies, los treinta años del CCCB o los cuarenta años del MNACTEC, entre otros.

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