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Opinión

Leopoldo Sansón. Tan lejos, tan cerca

El Palau Solterra acoge, hasta el 17 de noviembre, un recorrido por diferentes territorios y emplazamientos, y también estos retratos, en los que Leopold Samsó nos cede la mirada para descubrir la Barcelona de los años setenta, como contrapunto de los paisajes vastos y baldíos de Andalucía o Portugal

Leopold Samsó. Personatges asseguts i parella festejant, de la sèrie Reportatges: Barcelona, ​​1976-1977
Leopoldo Sansón. Tan lejos, tan cerca

Leopold Samsó (Barcelona, 1946) lleva más de cincuenta años trabajando la fotografía como un oficio en el que ha prevalecido la mirada personal y observadora del fotógrafo, aquella que detrás de la cámara se pregunta cuáles son los valores que puede aportar una mirada mediatizada por una máquina. Su brillante carrera publicitaria no le ha impedido desarrollar un trabajo personal como fotógrafo de una singularidad que le hace difícilmente comparable a otras miradas fotográficas que conocemos. Siempre ha estado cerca del arte, de los artistas y de una mirada estéticamente natural.

Sus archivos personales han sido escondidos mucho tiempo a ojos públicos, y en 2018 decidió revisar sus negativos. Ahora se descubren sus retratos de artistas de los años ochenta, algunas fotografías de esta Barcelona canalla y olvidada de los años setenta, que los habitantes que la han conocido añoran con melancolía. Pero Leopoldo Samsó ha viajado muchísimo por el mundo, por América Latina, ha visitado las culturas de Ecuador, Marruecos, Haití, dejando la huella de los paisajes ignotos de Andalucía y Portugal en el portafolio. sombra (2022), cerrando su recorrido paisajístico con un trabajo profundo y sensible de la fuerza de la naturaleza en Islandia, otro portafolios de gran calidad que acaba de ver la luz.

Su fotografía nada tiene que ver con la poética del instante, sino más bien con la poética de la permanencia. La densidad, el punctum, que diría Roland Barthes, se extiende por todo el espacio fotográfico. Esa densidad que caracteriza su mirada fotográfica es temporal para conseguir la intemporalidad. Su estética, pues, no responde a las cualidades del aparato fotográfico, que también importan, sino a la mirada interior del fotógrafo, que deja que las emociones fluyan, y donde se conciten el espíritu libre, la contemplación, la ironía , el juego, el espacio, la escenografía, la arquitectura, la luz y la oscuridad.

Porque, si hay otro factor, aparte del espacio y el tiempo, que se cobija en la fotografía, es la luz. La luz natural fascina a este fotógrafo. Agota la capacidad de la luz, la fuerza en el extremo para dotar a la fotografía de un dramatismo especial cuando conviene. En Leopold Samsó la fotografía se convierte en una especie de ritual, un gesto natural y maquinal que acaba en reposo y silencio, que va del instante huir al acto que permanece, como un milagro entre una realidad que viaja de lo efímero a el inmutable.

Ahora, con la generosidad que le es propia, ha querido realizar donación de más de doscientas fotografías a la Fundación Vila Casas, una selección de las cuales constituye esta exposición.

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