La colección de arte del empresario Marc Martí es una de las más singulares que existen actualmente en Cataluña por la originalidad de su contenido. Se trata de la colección de carteles, artes gráficas y publicidad más importante de todo el Estado, y posiblemente carece de muchos competidores en el ámbito internacional por la riqueza y variedad de su fondo. Entrar en su museo archivo es un festival para la vista, aun cuando no se ve todo lo que contiene. Situado en el barrio de Poblenou, junto a las oficinas de la empresa que lleva su nombre, al entrar llaman la atención las paredes cubiertas de carteles de diferentes marcas comerciales, las vitrinas llenas de objetos de todo tipo y los numerosos archivos que guardan todo lo que no puede estar a la vista. Y es que realmente sería imposible exponerlo todo, no sólo por una cuestión de espacio, sino también por temas de conservación. De hecho, el 80% de lo que posee está guardado en archivadores. "Nuestros enemigos son la luz y la humedad", dice el creador del fondo.
Memoria gráfica
Inmediatamente, nuestra memoria se pone a trabajar para recordar cuándo hemos visto algunos de los carteles y anuncios que se exponen y llevándonos hacia nuestro propio pasado. Carteles de todo tipo, placas esmaltadas, envases, figuritas, chapas, etc. dan una sensación de horror vacui que, viéndolos en este contexto, hacen que nos fijemos en su calidad estética a pesar de que quizás en la calle no prestaríamos atención. De alguna manera, es un “museo” de la memoria, un “museo” sentimental, aunque no sólo puede verse así. Economistas, sociólogos e historiadores, visitando sus fondos, podrían sacar material para trabajos académicos.
Marc Martí en la presentació d’una exposició a València. Al fons, un cartell de Josep Renau.
Grafismo como obra de arte
De hecho, con este fondo Marc Martí ha editado libros importantes en los que documenta sus objetos de una forma muy consistente, como por ejemplo el libro dedicado a Josep Morell, uno de nuestros cartelistas más importantes entre los años veinte y cuarenta. Otros los ha dedicado a los carteles del gran Ramon Casas, a la obra gráfica de Alexandre de Riquer oa las placas de cava. Son publicaciones que revaloran la colección y muestran el trabajo de recopilación y conservación que realiza.
He utilizado en varias ocasiones la palabra museo, pero en realidad no lo es en el sentido más tradicional. Sí recibe, en cambio, de museos locales e internacionales muchas peticiones para que les deje piezas de su fondo. Marc Martí es un hombre amable, hecho a sí mismo, que empezó a coleccionar algo como herencia de la costumbre de su padre de coleccionar sellos y monedas. Procedente de una familia de cerrajeros, para empezar a ganarse la vida al salir del instituto iba por la calle pegando carteles de conciertos que hacían Raimon, Pi de la Serra, Joan Isaac, entre otros, o bien de conciertos en el Palau de la Música Catalana o el de Canet... En 1987 abrió, con su padre y su hermano, la champañería Art Cava Fusina, donde empezó a realizar las primeras exposiciones, no sólo de carteles sino también de pintores e ilustradores. Marc Martí entiende el grafismo como una obra de arte. Muchas de sus piezas son compradas en mercadillos, anticuarios o en los encantos: “Cada una tiene una historia”, me dice. El trato que tiene con los comerciantes del ramo le ayuda a mantenerse informado para aprovechar las ocasiones que se le presentan. Si sabe que cierra alguna tienda, él puede salvar lo que se adecue a su interés como coleccionista. Por ejemplo, conserva en buen funcionamiento los neones que desde la calle anunciaban la mítica tienda Vinçon del paseo de Gràcia. “No tengo coche y voy con furgoneta, que es lo que me gusta”, explica, lo que es un buen indicador que siempre está al acecho para aprovechar cualquier ocasión. Podríamos decir que es una tarea de recuperación, pero "debes estar alerta".
El futuro de la colección
Para Martí, el coleccionismo "es como un vicio", una expresión que coincide, por cierto, con la que utilizan muchos coleccionistas de arte. Pero él remarca: “En mi caso, existe un discurso y también hay un propósito. Hemos hecho libros especializados de lo que nosotros tenemos, pero no sólo eso sino, por ejemplo, en el caso del libro de Alejandro de Riquer o de Ramon Casas, buscando las imágenes de todo lo que hemos conocido o que creemos que congeniaba por hacer del libro una unidad”, y así enriquecer su contenido. Como piezas favoritas, menciona los carteles de época modernista o los del período de la Guerra Civil, que "es otro mundo", confiesa. Ciertamente son carteles con un grafismo muy potente. Me dice que su idea para el futuro es mantener la unidad de la colección, y me adelanta que está preparando un pequeño catálogo de tres tomos que recoja lo que tiene y que le servirá para reflexionar sobre el momento en que vive nuestra sociedad con la creciente digitalización, que paradójicamente muchas veces es más una fuente de desinformación o de desinterés por profundizar en algo. “Soy antimóviles y antiordenadores”, afirma tajante Marc Martí, añadiendo que actualmente mucha gente no sabe, por ejemplo, poner el nombre a un color o que, viendo piezas de su colección que ya tienen cierta antigüedad, serían incapaces de decir qué son o para qué han servido. En definitiva, una falta de cultura visual de lo básico.