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Opinión

Estéticas restaurativas

La conexión entre arte y ecología, presente desde los orígenes de la humanidad, se ha consolidado desde los años 60 con artistas que, como Patricia Johanson y Agnes Denes, crean obras que combinan conciencia ecológica y restauración ambiental

Tree Mountain - A Living Time Capsule-11,000 Trees, 11,000 People, 400 Years, 1992-96, (420 x 270 x 28 meters) Ylojarvi, Finland © Agnes Denes
Estéticas restaurativas

La vinculación entre arte y ecología se remonta a los orígenes de la humanidad. Pensemos, por ejemplo, en las pinturas rupestres de las cuevas de la Araña de Bicorp, en la Comunidad Valenciana, donde unos pigmentos obtenidos a partir de manganeso u óxido de hierro, mezclados con resinas de origen vegetal o grasas animales, dieron lugar en escenas como la de una cosechadora de miel con la cesta en la espalda y unas abejas revoloteando a su alrededor.

Sin embargo, si tomamos como punto de partida de este nexo el comienzo de los movimientos ecológicos, especialmente desde la publicación, en 1962, de la obra emblemática de Rachel Carson Primavera silenciosa, nos daremos cuenta en cuanto los artistas empezaron casi de forma paralela a experimentar con prácticas artísticas unidas a una conciencia ecológica.

Desde entonces, muchos han desarrollado proyectos que iban más allá de las dimensiones puramente estéticas, buscando impactos más tangibles, desarrollando sus obras en entornos contaminados o degradados. Hay, de hecho, muchas pioneras que llevan desde los años sesenta realizando trabajos que pueden encuadrarse en las llamadas Estéticas de recuperación o Estéticas restaurativas.

Es el caso de Patricia Johanson, cuyo Fair Park Lagoon (1981), realizado en Dallas, Texas, rehabilitó una laguna que se encontraba en un estado muy deteriorado, reconstruyendo su ecosistema endémico, controlando la erosión de los bordes y creando una serie de caminos y puentes para el público. Plantas, peces, tortugas y pájaros repoblaron la zona mediante una serie de esculturas inspiradas en elementos naturales.

Otro gran ejemplo es Agnes Denes, cuyo Tree Mountain –A Living Time Capsule– 11.000 Trees, 11.000 People, 400 Years (1992-2013), realizado en Finlandia, consistió en la creación de una montaña artificial a partir de la plantación de 11.000 árboles por parte de 11.000 personas, que quedaban al cargo también y que heredarían a su vez las veinte generaciones que las sucedieran. Recientemente tuve la ocasión de ver la evolución del proyecto en Pinsiö, así como de otra de las obras icónicas en cuanto al tema que nos ocupa, situada a escasos metros de la anterior: Up and Under (1987- 98), de Nancy Holt. El legado de esta artista puede visitarse estos días en la rigurosa retrospectiva que le ha dedicado el MACBA, Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona, comisariada por Teresa Grandas, y que recoge una amplia selección de proyectos realizados por el artista entre el 1966 y 1992.

Afortunadamente, hoy en día existen cientos de artistas que han seguido esta estela, desde el mismo ángulo propositivo y pragmático, apelando a la capacidad de las prácticas artísticas de abrir nuevos marcos de restitución.

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