Hablar de Eduard Arranz-Bravo (Barcelona, 1941-2023) no es tarea fácil. Su vida ha estado íntegramente dedicada al arte hasta el último día, pintando, haciendo esculturas, viajando arriba y abajo, y expandiendo una energía contagiosa que sólo podemos entender aquellos que la vivimos de cerca. Su carrera artística ha sido sobradamente revisada y elogiada después de su muerte, pero uno de sus puntos fuertes es el legado de la Fundación Arranz-Bravo (FAB), en Hospitalet de Llobregat.
Referente para las nuevas generaciones
Hemos hablado con su director artístico, Albert Mercadé, para que nos informe sobre el presente y el futuro del proyecto, que combina revisar la trayectoria de Arranz-Bravo con servir de plataforma de soporte al arte emergente. Mercadé apunta que Eduard se ganó a pulso ser un referente porque cumplió lo que les caracteriza: importante trayectoria, obra que ha permanecido en la memoria colectiva, calidad artística, transmisión social del hecho artístico y transmisión a las nuevas generaciones . Eduard nos enseñó a valorar la acción cultural, a no quedarnos palplantados. La mejor forma de preservar su legado es seguir –y aumentar– la acción de la Fundación Arranz-Bravo, que es lo que mejor garantizará el cuidado de su obra desde un punto de vista cultural.
Pero después de la muerte de Eduard Arranz-Bravo, el pasado octubre, se levantan varios interrogantes: ¿qué planes y objetivos hay a medio y largo plazo? ¿Existen planes de colaborar con otras instituciones o artistas? ¿Nuevas iniciativas? Y lo más importante: ¿qué necesita la FAB para asegurar la continuidad y el crecimiento del proyecto?
Consolidar y resituar
En primer lugar, la FAB se plantea un doble objetivo: por un lado, consolidar el proyecto de la FAB y aumentar su centralidad en el campo de las artes visuales. Eduard es un referente, y es de los únicos de su generación que tienen una fundación, a diferencia de la generación Dau al Set. Esto significa que la FAB tiene un potencial inmenso para crecer financiera y culturalmente. Como dijo Vicenç Altaió en el homenaje del pasado noviembre, la fundación tiene algo que tienen pocos espacios de arte en un mundo tan especializado: la alternancia entre la apuesta por el arte emergente y la preservación de la memoria. En segundo lugar, Mercadé se propone: “Resituar a Arranz-Bravo en el relato de la historia del arte contemporáneo del país y abrirlo a la crítica. Al final de su vida [Eduard] estaba muy cerrado, descuidó el contacto con los críticos y museos. Esto es central, porque la obra de Eduard –lo hemos visto en la exposición de homenaje– tiene el potencial para ser expuesta en cualquier gran museo de ámbito catalán o español. Pensamos que sin Arranz-Bravo y Bartolozzi la explicación de la transformación experimental y artística de los años sesenta queda coja: pocos artistas lo representaron tan icónicamente. Es necesario que formen parte de las nuevas narrativas que los museos catalanes –MNAC y MACBA, principalmente– están haciendo de ese período y del arte contemporáneo en general.”
La inmediatez de la FAB, este 2024, implica respetar la programación que ya se había decidido con Arranz-Bravo todavía en vida: “Serán las tres próximas exposiciones, dedicadas a artistas emergentes o muy vinculados a L'Hospitalet que han tenido pocas posibilidades mostrar su trabajo en nuestro contexto, y que tengan un claro interés por la potencia de la plástica en su obra. A partir de finales de año, empezaremos a mostrar nuevas exposiciones dedicadas a Eduard a través de perspectivas nunca mostradas hasta el momento, abriendo la mirada crítica a diferentes voces dentro del arte contemporáneo”, explica el director artístico de la FAB.
Fuerza y singularidad
Sin embargo, el sector del arte catalán, tal y como decía el propio Arranz-Bravo, “sufre un eterno raquitismo”. Por eso, Mercadé apunta: “La fundación necesita más recursos, tanto públicos como privados. Con lo que tenemos podemos ir echando, pero no podemos crecer. La figura de Eduard Arranz-Bravo y el proyecto de la fundación tienen un gran potencial para aportar decisivamente en el contexto de las artes visuales en Cataluña: por la potencia de Eduard (el arte de experimentación, el arte social , la pintura, la escultura en el mundo de hoy) y la necesidad de dar paso a nuevas voces dentro del arte contemporáneo.” Por este motivo, argumenta Mercadé, la Fundación Arranz-Bravo “es un proyecto de país: es necesario que se implique a todo el mundo, porque Eduard era un artista de país. Creía en Cataluña y, sobre todo, creía en la fuerza y la singularidad a la que somos capaces de llegar cuando nos unimos y trabajamos bien con un objetivo común.”