La compra a ARCO, poco antes de que fuera censurada, de la obra Presos políticos en la España contemporánea, de Santiago Sierra, fue la génesis de su colección de arte censurado, que ya tiene más de dos- cientas obras censuradas, agredidas, denunciadas o retiradas de exposición. De éstas se exponen cuarenta y dos con una museografía excelente y un relato sugestivo. Entre las obras, un Picasso, un Cristo crucificado en un F-16 de Leon Ferrari, muy criticado por el Papa, o el Sadam Husein de David Cerny.
Todo el mundo le dice que es coleccionista. ¿Usted tiene pasión por la colección?
Para ser coleccionista debe ser ordenado, y yo no lo soy demasiado. De jovencito hacía colección de cromos y recuerdo haber coleccionado tickets de autobuses de Lleida, pero la pasión por el coleccionismo el ser humano la tiene de cualquier cosa. Yo no tengo ni idea de cuándo me vino la manía de querer coleccionar arte. No fui consciente de ello. Quizás con los primeros pósters que compraba y colgaba en la habitación. Empecé a comprar cosas cuando tuve capacidad económica. En Navidad en Vinçon compraba obras no muy grandes, de Julia Montilla, Susana Solano o Santi Moix. Había gente que compraba Lladró, yo compraba Susana Solano. Después, dado que en casa me gusta estar rodeado de cosas que me atraen y que tengan un sentido artístico, empecé a comprar más cuadros, Plensa, Barceló... para el disfrute personal. Y poco a poco te introduces en el mundo del arte contemporáneo, vas a ferias de arte y compras, y así fue.
¿La génesis del Museo del Arte Prohibido es la compra de la obra de Santiago Sierra dedicada a los presos políticos?
Sí, pero con matices. Yo la compro antes de que la censuren. No podía ir ese año, pero vi las fotos y la obra me interesó. Llamé a un galerista a las ocho de la mañana y pedí que la comprara. Lo hizo y al cabo de una hora me alertan de que le habían retirado. En un primer momento pensé que la retiraban porque la había comprado; después me explicaron que no, que la habían censurado y retirado. Esto no me llevó automáticamente a querer coleccionar arte censurado, pero sí a interesarme por temas de censura. Poco después decidí comprar tres obras: la escultura de Ines Doujak de un rey Juan Carlos I sodomizado, que provocó la destitución de los comisarios y la dimisión del director del MACBA, y dos fotografías de temática taurina que había censurado al Ayuntamiento de Barcelona, una en la etapa Trias y otra en la etapa Colau. Y empecé a mirar cosas, pero sin intención alguna de hacer un museo. Y descubrí Silence rouge et bleu, de Zoulikha Bouabdellach, que me gustó muchísimo. Es una obra enorme, que no puedes tener en casa, que debes tener en un almacén. ¿Qué sentido tenía para mi colección personal? Y como había visto que había muchas obras censuradas, ese fue el momento en que decidí que seguiría buscando. Y ahí empezó todo.
Encontró muchas.
Y me sorprendió lo fácil que es encontrarlas y adquirirlas. Las obras censuradas son como una botella de champán. Lo censuran, se crea una gran polémica, sale en los periódicos dos días, hacen dimitir a los responsables y después se deja de hablar de ello. Y la pieza la tiene el artista en su casa y él mismo no quiere sacarla del estudio porque, cuando hace una exposición, todo el mundo va por la pieza e ignora el resto de la obra. Las obras que he comprado estaban bastante al alcance.
En cinco años ha reunido más de doscientas obras.
Me sorprendió que no existiera ninguna colección, ni museo, ni galería con esta temática. Ni siquiera páginas web dedicadas al tema. De ahí va surgiendo poco a poco la idea de hacer algo único, de enseñar estas obras. Primero pensé en hacer una exposición, después encontramos este espacio y se concretó la idea. Encontrar la Casa Garriga Nogués, donde habían estado la Fundación Godia y la Fundación Mapfre, fue definitivo. Y alquilé el espacio hace tres años.
Ahora se exponen cuarenta y dos obras.
Sí. La de los presos políticos está en Lleida, porque hice cesión antes de pensar que haríamos un museo, y está en el Museo de Lleida. Presentamos estas 42 obras porque la exposición tiene un discurso, un sentido. Tenemos 170 obras más que en algún momento deberemos enseñar, pero no tenemos prisa. Esta exposición tiene recorrido por bastante tiempo.
Es un museo único en el mundo. ¿Le ha placido el recibimiento?
Creo que no es ninguna idea genial. Se hacen museos de muchas cosas, del chocolate, de las cartas de naipes, de todo. ¿Cómo puede que nadie hubiera hecho un museo dedicado a obras censuradas, prohibidas? Aún ahora me cuesta creer que sea único en el mundo, que sepamos nosotros. Creo que ahora mismo lo sabríamos. Ha tenido tantísima repercusión a nivel mundial... Ha salido por todas partes: periódicos, televisiones, revistas de todo el mundo. De Tailandia, Malasia, Turquía, Japón, Estados Unidos, Canadá, América Latina, África. Es increíble. Yo trabajo en Mediapro, donde hacemos productos a nivel mundial, películas y series, y nunca había visto un resumen de prensa como el del museo.
Zoulikha Bouabdellah. Silence rouge en bleu.
¿Cuál es la obra más preciada o que le haya hecho más ilusión conseguir?
Nunca sé qué contestar. Pero si alguna tiene un significado especial es Silence rouge en azul, de Zoulikha Bouabdellah. Treinta alfombras de oración islámica y treinta pares de zapatos de aguja. Una obra inquietante y hermosa, que hace reflexionar sobre el papel de la mujer en la religión musulmana. El Ayuntamiento de Clichy decidió no exponerla después de los atentados en Charlie Hebdo y fue la primera que compré con la intención de realizar una colección de obras censuradas. También Piss Christ, de Andres Serrano, donde se sumerge una foto en un recipiente de orina del artista. La obra de Zoulikha la encontré, pero la de Andrés Serrano fui conscientemente a buscarla porque es una pieza icónica, que ha sufrido agresiones. Para los americanos es supericónica y tan conocida y tan valorada que yo pensaba que no podríamos conseguirla. Y cuando la adquirimos me llevé una gran alegría.
También apostó por los Caprichos, de Goya.
Es lo más antiguo que tenemos. Fue un impacto, y tal y como ha quedado me parece exitoso. Son de la primera impresión, y cuando me los ofrecieron pensé que se caía muy lejos. Pero hablando con el anticuario y con gente del mundo del arte, vi que la figura de Goya es moderna y la historia muy interesante, y decidí sacar adelante la compra porque prestigiaba la colección.
¿Existe censura y autocensura?
No creo en el concepto de autocensura. Si a un artista le dicen que no lleve una pieza y no la lleva, ¿es eso autocensura? No, es que alguien ha dicho que no la quiere. ¿Qué debe hacer el artista? Goya pensó que con el cambio de gobierno le joderían en prisión, guardó las obras y se fue. Cuando a Zoulikha Bouabdellah el alcalde de Clichy y las asociaciones musulmanas le dijeron que, después de lo ocurrido con Charlie Hebdo, ¡ojo!, pensando que la podrían hacer responsable de que mataran a alguien, no llevó la obra, pero ella se sintió censurada.
¿Y a usted alguien le ha presionado?
No. Nadie me ha dicho nada. Aquí jamás se censuraría, porque la última palabra sobre si se enseña o no un cuadro la tengo yo. Y te aseguro que esto no va a suceder. Pero nadie me ha puesto trabas.
El Museo del Arte Prohibido es una iniciativa privada. ¿Ha tenido apoyo de las instituciones?
No sé cómo lo diría. Como quien abre un comercio. Relaciones cordiales, han venido a la inauguración, y es un signo de soporte. Ningún trato, ni a favor ni en contra. Con las administraciones no veo lo que podemos hacer, pero con los museos de la ciudad, quizás sí. Nosotros somos una prenda un poco rara. A mí nadie me ha dicho que me ayudaría, pero tampoco me iría a la contra.
¿Se siente mecenas?
No. En ese tema, no. Un mecenas entiendo que es alguien que apadrina a un artista. No me siento y me suena extraño que me digan que lo soy.
¿Busca obras para comprar?
Sí, tenemos una lista de diez o quince y debemos decidir si queremos conseguirlas. Lo tenemos un poco parado a la espera de ver cómo funciona todo. La respuesta ha sido muy buena, hemos tenido a mucha gente, público internacional y local. El museo es ya un atractivo turístico más de la ciudad. Y con él contribuimos a la desestacionalización del turismo.