La edición de 2018 de ARCO, la Feria Internacional de Arte Contemporáneo de Madrid, fue especialmente escandalosa. La organización decidió censurar "para evitar polémicas", según el comunicado oficial que se difundió, la obra Presos políticos en la España contemporánea, de Santiago Sierra, una serie de 24 fotografías en blanco y negro en las que aparecen rostros pixelados de encarcelados por motivos políticos diversos: de Jordi Cuixart u Oriol Junqueras a los titiriteros madrileños oa activistas del 15-M. Justo antes de que la obra fuera retirada del stand de la galería Helga de Alvear a instancias de la organización de la feria, el periodista y empresario leridano Tatxo Benet la adquirió por 80.000 euros y la puso a disposición de cualquier museo o centro de arte que quisiera exponerla. Después de dar vueltas por diferentes espacios, actualmente Presos políticos en la España contemporánea puede verse en las salas de exposición permanente del Museo de Lleida, la primera institución que le abrió sus puertas, hace un lustro.
Esta pieza, que pone el dedo en la llaga de la justicia española, se convirtió en el germen de una colección singular. Desde entonces, Benet ha compilado un conjunto de más de doscientas obras que han sufrido algún tipo de censura, cancelación o ataque, entre ellas pintura, escultura, instalaciones, audiovisuales, grabados y fotografías de reconocidos creadores del siglo XVIII hasta nuestros días. “Esta es una colección controvertida –argumenta el coleccionista en el catálogo del museo magistralmente editado por Jorge Carrión–, formada por obras que han generado mucha polémica [...] Cada una de las obras de la colección tiene una historia detrás. Y las hay de todo tipo: dramáticas, ridículas, vergonzosas.” Son creaciones de Goya, Picasso, Klimt, Barceló, Tàpies, Fontcuberta... Una constelación de artistas que han sido víctimas de prohibiciones, ataques, cancelaciones o insultos porque sus piezas tratan temas tabú o son sátiras o representaciones críticas. El sexo, la religión, los movimientos feministas y la denuncia a poderes políticos y dictatoriales son las temáticas que proliferan.
Con el objetivo de ofrecer la posibilidad de ver estas creaciones que por diversos motivos fueron apartadas de la exposición pública, el coleccionista ha impulsado, cinco años después de iniciar la colección, el Museo del Arte Prohibido, el primer museo del mundo dedicado a exponer proyectos censurados o prohibidos. El nuevo centro de arte se inauguró el pasado 24 de octubre en la casa Garriga Nogués de Barcelona. En esta joya arquitectónica de inspiración modernista de inicios del siglo XX del arquitecto Enric Sagnier y Villavecchia se despliega una propuesta museográfica, bajo la dirección artística de Carles Guerra, con una cuarentena de piezas de la colección Benet. Destacan Always Franco, de Eugenio Merino; X Portfolio, de Robert Mapplethorpe; Mao, de Andy Warhol; Piss Cristo, de Andrés Serrano; Plusvalía, de Tania Bruguera; Idelogías Oscilatorias, de Núria Güell y Levi Orta, o Not dressed for conquering - HC04 Transporte, de Ines Doujak, entre otros. Todas van documentadas con informaciones relativas a los ataques que recibieron en su día enfrentando al visitante a las dinámicas de censuras diversas, pero también subrayando las acciones de apoyo que se generaron como respuesta. El proyecto, tal y como explica la directora del museo, Rosa Rodrigo, en una entrevista realizada a finales de año, ha tenido muy buena acogida: “Tenemos cifras de mes y medio, desde la apertura, y el balance es bastante positivo. Han pasado 30.000 visitantes, estamos bastante contentos porque tenemos mucha diversidad de público. El 65% es local, entre ellos muchos jóvenes, un sector difícil para los museos, pero también mucha presencia europea.” Y añade: “La clave del éxito es que se trata de una oferta única, con una colección formada por interesantes piezas con artistas contemporáneos de primera línea. Muchos visitantes se acercan para ver la colección de obras más allá de que hayan sido censuradas.” Sobre la posibilidad de que reunidas en un mismo espacio puedan ser de nuevo atacadas, la directora reconoce: “Este es un tema que pensamos mucho, pero creo que cuando las ponemos todas juntas, como en este caso, se desactiva la fuerza única de una pieza. De momento, no hemos tenido ningún problema ni ninguna queja.”
A lo largo de 2024 el centro quiere incorporar más piezas de la colección, que ya valora nuevas adquisiciones, y desplegar un programa de conferencias y seminarios en torno a la libertad de expresión “que puedan trascender –apunta Rodrigo– las artes plásticas, ofreciendo un diálogo entre obras y analizando casos concretos”.