Para quienes no conozcan el sector, el calendario anual de la moda, se estructura en torno a dos grandes momentos, uno en septiembre y otro en febrero –en este orden: el año nuevo de la moda es en otoño y no en enero–, en cada una de las cuatro principales capitales de moda mundiales, Nueva York, Londres, París y Milán.
Durante un mes, el mundo de la moda vive cuatro fashion week cerchas. En cada una de las cuatro ciudades, diseñadores de soberanía, reputación y estatus diferentes presentan sus colecciones para que algunos afortunados de alto poder adquisitivo compren las piezas, y una gran masa popular se haga suya la versión asequible en manos grandes multinacionales, que todos conocemos, pero que no llamaremos su nombre.
Para resumirlo, más allá de congregar caras famosas, intentar generar un momento viral en las redes y generar ingresos de cualquiera de las maneras, las semanas de la moda tienen una función práctica, la de decidir qué nos pondremos el año que viene.
Por un incremento de la demanda que generan y como consecuencia de vivir en el tiempo del consumismo, cada vez aparecen más semanas de la moda. Existe la alta costura, la semana de moda masculina y de moda femenina –esta diferenciación responde a una mera necesidad logística, por grandes almacenes y pequeño comercio que necesitan surtir stock por categorías–, incluso, las que se llaman crucero , un vestigio del siglo pasado, que suplía la necesidad de tener ropa de verano para aquellos que se marchaban a lugares cálidos durante el invierno.
Volviendo a día de hoy y para situarnos, el 27 de junio de 2024 se ha puesto punto y final a la semana de la Alta Costura en París, cerrando así el año escolar del mundo de la moda , que volverá a arrancar en septiembre. Evidentemente, existen jerarquías entre las cuatro capitales. París lleva la batuta, compitiendo con Milán. Ambas tienen los calendarios más potentes, y roban o atraen a los diseñadores que han presentado primero en Nueva York o Londres; la capital británica ha sido tachada, a veces con condescendencia, como la hermana pequeña de las capitales.
En Londres, la tradición compite con la irreverencia. Así, en una misma edición comparten espacio, grandes nombres de Savile Row como Gieves & Hawkes o Henry Poole y grandes marcas establecidas como Burberry, con los nombres más punk del panorama de moda inglés, como fueron en su día, Vivienne Westwood o Alexander McQueen.
El carácter revolucionario de Londres hace que en la capital británica todo valga. Juega con unas reglas propias, como el hermano pequeño que se rebela para que no lo comparen con el mayor. Quizás por eso este último mes de junio, durante la semana de la moda masculina, el British Fashion Council (BFC), la institución que organiza y maneja la semana de la moda en Londres (LFW), optó por un nuevo formato centrado en culturas minoritarias pero clave en la historia textil y de la moda en el país, esto siempre con la moda como trasfondo.
En un formato reducido, el BFC presentó durante tres días un programa cultural, contando con exposiciones y actos culturales, centrados en las tres culturas minoritarias escogidas: la cultura negra, la cultura LGBTQ+ y la cultura sudasiática. Enraizada en Londres, también hizo eco de marcas británicas, celebrando los 40 años de la semana de la moda de Londres con una instalación que celebraba el rol de la LFW en la intersección de la moda y la cultura.
Vamos por pasos. Por un lado, el BFC quería iluminar y dar voz y espacio a las minorías que han hecho posible que Londres sea lo que es hoy, sin aniquilar a las marcas británicas por excelencia. Incluir la diversidad cultural de Londres era lo fácil, porque, si algo hace bien la industria creativa londinense, es hacer gala de esta riqueza cultural y de la interseccionalidad de sus disciplinas. Las artes visuales y plásticas, la creación y producción musical, la literatura, la moda, todo se incluye en un melting puede que tiene como denominador común la creatividad sin barreras y fuera de la norma.
Ahora, el BFC se enfrentaba a una difícil tarea. La de mantener el nivel de la cantidad de oferta cultural y de moda sin tener que sacrificar la calidad. Satisfacer a mucha gente, cumplir promesas anunciadas y dar voz y visibilidad a todas las partes por igual. Celebrando la interseccionalidad de la moda, las exposiciones, tres por cada una de las tres culturas elegidas, se comisionaron a personalidades notables de cada comunidad que trabajaron en tándem con tres fotógrafos relevantes de cada subcultura.
Kai Isaiah Jamal, modelo, poeta y activista trans, y Dani D'Ingeo se encargaron de la comunidad Trans y Queer. Mientras que Simran Randhawa, escritora y creativa, junto a Tami Aftab, y la periodista de radio y televisión, Clara Amfo, colaboró con Stephen Akinyemi para dar voz a la comunidad negra. Paralelamente, se realizaron tres actividades, organizadas por los propios comisarios. Un "Afternon T" celebrando las voces creativas jóvenes de la comunidad no-binaria y trans, una cena festejando la cultura sudasiática con especial atención al impacto de esta cultura en la historia textil británica, congregando a diseñadores y artistas que han contribuido a escala global y por último un vermut, alabando la cultura y la música negra, con el amor propio como leitmotiv.
Por esta edición, pues, el BFC optó por dar un carácter secundario a los desfiles, presentaciones y after-parties que caracterizan una semana de la moda clásica, con la moda como after-thought*, como dicen los británicos. Así, se han centrado en la riqueza cultural que ha caracterizado a Londres durante las últimas cuatro décadas. Lo que podría haber sido un capricho o locura, fruto de la crisis de los cuarenta, fue un éxito. Aunque muchos todavía no entienden qué fue la semana de la moda de junio en Londres, tampoco es necesario. Londres juega a otra liga y lleva confundiendo a la industria de la moda y al mundo durante los últimos 40 años. Hace el palmo y pipa en las ciudades grandes de manera descarada, incitando al cambio, porque no quiere que se le tilde de arcaico e inamovible.
Por mucho que no tenga un calendario tan lleno, ni con nombres que intimidan como las otras más establecidas, el atrevimiento de la LFW y el BFC mantiene la industria de la moda activa y joven, desafiándola constantemente.
*pensamiento de última hora