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Reportajes

¿Quién teme el arte contemporáneo? Censura y batallas de una guerra cultural

La censura recorre el arte contemporáneo y sus creadores manifestándose a través de la retirada de obras, destrucción de esculturas, modificación de fotografías y cancelación de exposiciones. ¿Qué posición deben adoptar críticos, artistas o escritores? ¿Es posible renegociar el mundo a través del arte después de los horrores permitidos por la ceguera ideológica?

Daniel Gasol. Identitats punibles, 2023. Diversos materials,400 cmx250 cm. MACBA
¿Quién teme el arte contemporáneo? Censura y batallas de una guerra cultural

Obras retiradas, esculturas destruidas, fotografías modificadas y exposiciones canceladas: el arte contemporáneo y los creadores afrontan una censura injusta. Gobiernos, grupos políticos, plataformas sociales, museos y particulares coartan (no sólo) el contenido creativo. Muchos artistas son silenciados al cuestionar normas sociales y religiosas o expresar opiniones políticas opuestas a las narrativas dominantes. Paradójicamente, las acciones de los censores pueden amplificar aún más el significado del arte.

La representación ha sido un medio fundamental en la expresión artística desde sus inicios, capturando las percepciones y pensamientos humanos. Aunque el arte refleje la realidad, no es simplemente una copia, ni una expresión aislada del artista desvinculado del mundo. Su interpretación se entrelaza en una red de significados contextuales, exponiéndolo a la vulnerabilidad cuando se le fuerza a encajar en un contexto artificial.

Por eso surgieron los museos, para salvaguardar la libertad artística y defender el derecho del arte a provocar e inquietar, o del espectador a sentirse perturbado. Sin embargo, las instituciones tienden a censurar obras, evidenciando así la falta de interés en estimular debates y la desconfianza absoluta al intelecto del público para navegar por las sutilezas artísticas. En una sociedad democrática, priorizar la educación capacita a las personas para tomar decisiones informadas, reduciendo “la necesidad” de censura. La falta de preparación y de profesionalismo de quienes juzgan se convierte en un problema tanto sistémico como estructural.

¿Quién teme el arte contemporáneo? Censura y batallas de una guerra cultural

Censura creativa

La cultura cancelada está a la orden del día y genera debates acalorados sobre el sistema museístico en temas de raza, autocensura, justicia social o apropiación. Las amenazas a la expresión artística incluyen acoso, violencia y acoso legal por cargos tales como difamación, blasfemia o leyes vagas relacionadas con terrorismo, seguridad nacional, orden público, incitación al odio, moral pública o valores tradicionales.

Núria Güell se ha enfrentado a censuras en entornos tan dispares como Suecia y Cuba. Y, en el ámbito local, el consistorio de Figueres no vio en Ideologías Oscilatorias –creada con Levi Orta– la inherente y subyacente crítica de la obra. La crítica social y política de Güell ha provocado controversias abordando temas como la situación de los inmigrantes, la precariedad, los paraísos fiscales y la corrupción. Güell y Orta abogan por evitar actitudes autoritarias sin espacio para el diálogo, y por no repetir las conductas de las que queremos liberarnos.

Las narrativas políticas dominantes polarizan y atacan implacablemente a teatros, museos, músicos o novelistas críticos con los gobiernos. Este fenómeno se suma a la tendencia global de infrafinanciar la cultura para devolverla vulnerable.

Precisamente, Daniel Gasol cuestiona discursos dominantes de poderes fácticos sobre identidad, trabajo, clase y consumo, explorando los mecanismos que construyen narrativas hegemónicas. Su proyecto Vagos, maleantes y peligrosidad social aborda la autocensura y la represión interiorizada después de años de dictadura y posguerra. Investiga cómo vagabundos y otros comportamientos antisociales se convirtieron en sujetos criminales bajo una normativa de la Segunda República, modificada por el régimen franquista para añadir a los homosexuales. Gasol presenta una investigación académica y visual sobre la regulación de deseos, explorando el concepto de cuerpos sociales, delito, reprimidos y ley.

¿Quién teme el arte contemporáneo? Censura y batallas de una guerra cultural

Conservadurismo cultural

El creciente conservadurismo actual ha emprendido una guerra cultural contra todo lo que suene a woke (teorías críticas de género, raza, identidad sexual o LGTBIQ) a las que también han añadido el antisemitismo.

Y es precisamente en Alemania donde las artes se resienten en la lucha contra el antisemitismo. Esta polémica ya sacudió uno de los eventos artísticos más respetados a escala mundial: la Documenta 15. Y el tema continúa, ya que ha dimitido todo el comité artístico de la próxima decimosexta edición debido al acoso de los medios alemanes en su sórdido apoyo a Israel. Hay quien dice tener mala conciencia del holocausto, del éxodo. Quizás los palestinos (también semitas) se equivocaron al nacer.

Pues bien, la instalación de Candice Breitz, artista judía sudafricana afincada en Berlín, queda muy lejos del conflicto que asola Gaza: trata sobre las trabajadoras sexuales en Suráfrica. Sin embargo, su exposición en el estado de Sarre es uno de los muchos actos culturales que recientemente se han suspendido. Y es que la censura no sólo examina el contenido de las obras, sino también las posiciones políticas de sus creadores. Breitz condenó a Hamás a redes sociales, pero criticó al gobierno israelí por sus acciones en Gaza. El apoyo incondicional a Israel parte de la responsabilidad histórica alemana, convirtiéndose en una “razón de estado” que limita las voces disidentes en el conflicto palestino-israelí, como las de los inmigrantes (islámicos). Y en donde la expresión artística ha sido un área de especial contención.

Por eso, un grupo de artistas, escritores y académicos denuncia en una carta abierta a las instituciones culturales que se han silenciado a sí mismas cancelando producciones y deslegitimando figuras de origen palestino o críticas con las acciones de Israel. El arte experimenta una especie de purga contra quienes expresan empatía por los civiles palestinos, como se evidencia en la cancelación de una exposición sobre afrofuturismo en Essen por las opiniones de la comisaria Anaïs Duplan. La periodista Masha Gessen, al comparar a Gaza con un gueto judío, vio cómo le anulaban el galardón Hannah Arendt en Bremen; la Feria del Libro de Frankfurt “aplazó indefinidamente” el premio a la autora palestina Adania Shibli, y el músico Nicolas Jaar fue cancelado en Múnich.

Para recoger todo esto, el Blog Verso Books busca testimonios de individuos u organizaciones que hayan experimentado censura, castigo o discriminación por expresar solidaridad con Palestina. Así como @archive_of_silence, un proyecto de crowdsourcing que documenta voces artísticas silenciadas en Alemania por motivos similares.

El poder del arte

Pero, ¿es posible renegociar el mundo a través del arte después de los horrores permitidos por la ceguera ideológica? Cada acto de censura se vincula a un patrón más amplio de presión sobre la educación, la prensa, la cultura y la libertad de expresión, proyectando una sombra de miedo que fomenta la autocensura y debilita la función social del arte. Sin embargo, las palabras de Freedberg resuenan: "Aquellos que intentan censurar y destruir el arte testimonian su poder, haciendo que la obra sea considerada un símbolo odiado o simplemente un recipiente de forma".

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