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Opinión

El radar americano como espejo perdido

'Las exposiciones itinerantes con camiones-sala se caracterizan por un uso de la fotografía monumental y directo en composiciones reticulares que me remiten a los polípticos dorados de los retablos góticos que admiro en el MNAC en la exposición de 'El Espejo perdido'"

De dalt a baix i d'esquerra a dreta: Margareta i Bombelli des de la casa de Cadaqués, 1963 (Arxiu Bombelli). Pavelló dels Estats Units a Barcelona 1956 (Arxiu Bombelli). Jaume Serra, Sant sopar. Predel·la del Retaule de la Mare de Déu. C. 1367-81. Museu Nacional d'Art de Catalunya.
El radar americano como espejo perdido

Sumergido en la lectura del último libro de Vicenç Altaió, El radar americano. Arquitectura, arte, comunicación visual y guerra fría, entré en el MNAC para ver la exposición El espejo perdido. Judíos y conversos en la edad media, y una iluminación me golpeó; el vínculo enterrado entre las dos obras (libro y exposición) a pesar de los siglos de distancia, la lucha de religiones y de clases todo por la vía de la "razón" y el racionalismo; luchas de propaganda entre iconódulos y los iconoclastas, disputas cruzadas a lo largo del tiempo y el espacio.

El día que se presentó la exposición El espejo perdido, en el Museo del Prado de Madrid, acababa de producirse el ataque de Hamás a Israel y alguien entre los periodistas comentó al director del museo que en ese contexto político exposición parecía oportunista... (1) Nada hacía pensar que ese ataque tendría lugar y exposiciones de este tipo se preparan con años de antelación… y pues, ¿que motivaría ese comentario?... quizás el hecho de que, más allá de la razón, la historia, corta o larga siempre nos lleva a pensar el presente…

El radar americano es el telegrama de historia del arte más largo del mundo, sólo superado en densidad como texto, por el Ulises de Joyce (2). La obra de Vicenç Altaió es un pozo de ciencia rebosante de datos cruzados que nos desvelan un mundo fascinante en torno a la arquitectura racionalista y el arte concreto en la Europa de posguerra de la mano de dos hombres, Peter G. Harnden (arquitecto de Nueva York) y Lanfranco Bombelli (arquitecto de Milán) que por azar de la vida (¿azar?) fueron a parar al áspero Cadaqués, primero como ocio, después como experiencia arquitectónica y artística. Integraron su arquitectura en el sitio aunque quizás ellos no se integraron con el pueblo y su historia. En cualquier caso hicieron historia y como última voluntad pidieron ser enterrados allí, en medio de su paisaje salvaje.

Tiene la obra de Altaió el síndrome de Venecia, es decir, aquello de tan bellamente monstruoso que hicieron Jennyfer Gough-Cooper y Jacques Caumont en su efemérides sobre Marcel Duchamp en la exposición Duchamp de Venecia del año 1993 ; toda la vida del maestro en un solo año, es decir, todos los uno de enero documentados de la vida de Duchamp uno tras otro y así por todos los días de todos los meses hasta completar un solo año que comprime 81 .Un anti índice, una rúcula monumental precedente del Fracasar Hacmoriano, y así Viçenç Altaió siguiendo esta estela nos priva de ningún índice de citas, ninguna guía onomástica, nada, debemos leer la obra sin atajos, como el Ulises de Joyce… (sabemos que existe una voluntad poética en todo ello como en el caso Gough-Cooper&Caumont, una odisea de palabras, datos y cruces neuronales…).

Harnden, arquitecto comisionado del plan Marshall contrata a Bombelli para poner en marcha una gran logística de propaganda en toda Europa, hacia las bondades del racionalismo arquitectónico y del diseño de los objetos comunes y domésticos primero y más adelante de la industrialización de la agricultura y la ganadería. El estado español, excluido de este plan por fascista, finalmente saca una brizna por la puerta trasera, como anticomunista necesario, básicamente por los intereses militares de EEUU que las esferas-radar de la colina del Pení en Cadaqués explicitan gráficamente. Como sincronizados por estas esferas Harnden y Bombelli llegan cercamar; también Duchamp, que de hecho...

El libro de Altaió desgrana minuciosamente todos los movimientos de esta sociedad Harnden-Bombelli en toda Europa y el mundo sus contactos, artístico y sociales y en cierto modo políticos. Herederos de la Bauhaus, particularmente Bombelli que ha trabajado con Max Bill, practican un racionalismo humanista y una estética podríamos llamar iconoclasta; (aunque esto es imposible, como el no ser…) de geometría autorreferencial. Todo tiene un aire fresco y seductor de ”cosa limpia, noble, culto, libre…” (parafraseando a Salvador Espriu) todo lo que aquí era tan ajeno como deseable… En casa (casa de payés) la madre (la mía, quiero decir) que estudió en una escuela sueca durante la guerra civil, siempre más suspiró por ese norte limpio que nunca logró, mientras que el padre soñaba más pragmáticamente con los tractores Paquali que si tuvo y todo el arsenal de química Bayer que le harían el trabajo del campo más fácil y productivo… El plan Marshall que Harnden y Bombelli promovieron con sus extraordinarias y dinámicas estrategias de comunicación, fue esto al por mayor. Altaió desgrana minuciosamente y documentada este periplo de la aventura Harnden-Bombelli de los años de formación de Bombelli (1940-1950) pasando por la visual information del plan Marshall y los encargos del departamento de agricultura de EE.UU. (1950-1960) hasta el deshielo -de la guerra fría- (Cadaqués-Barcelona 1959-1971) y el internacionalismo local en Cadaqués (1971-1982).

Las exposiciones itinerantes con camiones-sala se caracterizan por un uso de la fotografía monumental y directo en composiciones reticulares que me remiten a los polípticos dorados de los retablos góticos que admiro en el MNAC en la exposición de El Mirall perdut. Unos predicando la "razón" del cristianismo versus los judíos y otros el "racionalismo individualista" versus el comunismo, claro…

Es muy interesante la relación de Harnden y Bombelli con el arquitecto Josep Antoni Coderch que les vincula a Barcelona y Cadaqués. En el libro vemos cómo el compromiso moderno con la arquitectura se compagina con relaciones sociales de miembros de un régimen franquista que hasta cierto punto tolera y aprovecha la modernidad de la burguesía y clases bien estantes. En cualquier caso la actividad de Harnden y Bombelli en Barcelona y sobre todo en Cadaqués será la construcción de casas de lujo, lejos de los postulados de la Bauhaus y el plan Marshall, casas por otra parte bellas y modernas y bien integradas en el paisaje que Altaió describe detalladamente y maestrívolamente. Da ganas de ir, entrar, verlas y vivirlas.

El radar del Pení como metáfora nos habla de un mundo al margen de la tierra que pisa; los americanos liberadores de Europa vigilando el bloque soviético desde la madriguera del fascista tolerado… (el mal menor… dirían los marxistas) y la brillante colonia internacional de arquitectos y artistas libres que nos ilustran sin incluirnos. En un punto avanzado del libro Altaió transcribe una conversación sorprendente entre Bombelli y el carpintero Mario Giró; Tenía manía a la gente del pueblo. Hablaba siete lenguas, pero nunca hizo ningún esfuerzo por hablar con la legua del pueblo: Yo le hablaré en catalán el día que usted me hable en inglés, me dijo en castellano…/… murió sin nunca haber saludado a un pescador (p. 342). Esta grieta en la “bella planta de Bombelli” me recuerda a una crónica más antigua respecto a la colonia internacional de Cadaqués de la mano de Tharrats en su libro Cien años de pintura en Cadaqués (Ediciones del costal SA 1981). Tharrats dice; Mary Callery no solía separarse del grupo de americanos y se le notaba una total indiferencia hacia los artistas del país. Podía decirse que ni tenía razón de su existencia. Creo que para ella Cadaqués debía de ser una especie de feudo americano con toda la decoración y exotismo que pueda imaginar (P 122).

Algunos locales (o mejor dicho, catalanes) también tenían sus prejuicios. Coderch, que intervino decididamente para que Harnden y Bombelli se instalaran en su querido Cadaqués, dejó para siempre al pueblo ante la llegada de los Intelectuales y los artistas y los maricones (P.308). De lo contrario Richad Hamilton y Marcel Duchamp aunque iban a lo suyo tenían una actitud más abierta. Sabemos de testigo directo de Juan Genovés que Marcel Duchamp hablaba catalán, (4) algo que Bombelli nunca hizo en cincuenta años de estancia en el país.

El radar americano nos ofrece tantos nombres interesantes, vinculados y entrecruzados con Cadaqués y la aventura vital de Harnden y Bombelli que si Altaió no hubiera tenido el arrebato poético de omitir el índice onomástico este volumen tendría 20 páginas más. Las descripciones analíticas de las casas icónicas del Cadaqués de Harnden-Bombelli son todo un goce. Destacable es el extenso capítulo dedicado a Duchamp y quizás aún más el capítulo dedicado a la escultora Mary Callery la reseña más extensa y completa publicada en nuestro país sobre esta artista tras la nota de Tharrats en la citada obra Cien años de pintura en Cadaqués y sobre todo de la obra pionera (exposición y catálogo) Colorear, crear, vivir. Mujeres artistas en el Alt Empordà (1830-1939) de Cristina Masanés (Museo del Empordà 2020) donde Callery brilla entre otros junto a Mey Rahola o Ángeles Santos Torroella.

El 24 de octubre de 1971 muere Peter G. Harnden. Para poder acondicionar la parte del cementerio de Cadaqués destinada a los no católicos, Bombelli ideó la edición de una carpeta de obras gráficas con las que recoger fondos y así nació el Cadaqués porfolio one con la obra de doce artistas inscritos mayoritariamente en la abstracción concreta, movimiento del que Bombelli participó en primera línea a principios de los años 50, como explica detalladamente Altaió en la primera parte del libro. El éxito de Porfolio one derivó en la creación de la Galería Cadaqués que significó el inicio de una nueva vida por Lianfranco Bombelli. Por el mundo del arte catalán Bombelli es el arquitecto de Cadaqués, pero quizás aún más el galerista de la Galería Cadaqués, de Hamilton y Duchamp, el artífice de la primera exposición individual de Duchamp en Cataluña (3) y de completar edición de una de las últimas obras múltiples de Duchamp, el Bouche evier de 1964-1981, pero con la búsqueda de Altaió emerge Lianfranco Bombell Tiravanti figura fugaz del arte abstracto concreto. Con su nueva función de galerista recupera "el oficio de pintar" si bien es quizá demasiado tarde para una dedicación plena. De hecho, con su sentido práctico de las cosas, su galería se abre a todas aquellas expresiones que si acercan de Muntadas a Miralda, Tharrats, Arranz Bravo& Bartolozzi y sobre todo de forma especial a Richard Hamilton rey de la iconodulía (lo que por un geómetra iconoclasta no es poco…) y Duchamp, que póstumamente se convierte en su apuesta más celebrada. Curiosamente, no conocemos fotos de la exposición de Duchamp en la Galería Cadaqués…

Desde el radar americano Altaió despliega diferentes ondas relacionadas con la comunidad internacional y sus pares catalanes (Coderch, Corberó etc.) que bajo la luz estallante del país practican (una forma de predicar con el ejemplo) la modernidad, racionalidad y libertad individualista de los que Harnden y Bombelli son el hilo conductor. Algunas de estas ondas son brillantes y cautivadoras, otras más de fritura eléctrica, inquietantes. Por las páginas planea una pregunta que no se pronuncia pero que está en la punta "de la legua del libro"; ¿cómo pueden todos estas almas libres veranear en medio de una dictadura? Lo entienden del Avidadollars místico-atómico Dalí, ¿pero y Duchamp?... Altaió cita el caso de Hemingway, que aunque lejos de Cadaqués es un caso sobrecogedor de contradicción ideológica en Un verano peligroso (p. 213).

Quizás a Hemingway se le apareció el radar-redentor como al Judío de Toledo del s.XV se le apareció el Cristo de la vid, produciendo en él una conveniente conversión ipsofacta (El espejo perdido p.73) quizás las cosas no son tanto sencillas y pueden gustarnos las obras racionalistas del señor Bombelli anticatalán e incluso las de un catalán homófobo y franquista como Coderch. En las páginas 237-238 Altaió, que ha redactado todo el libro tanto con voluntad de investigación histórica como de ensayo poético propone una acción concreta: Un día deberíamos osar escuchar las Variaciones Goldberg frente al edificio de Coderch (en la calle Johann Sebastian Bach de Barcelona) mientras se abren y cierran los libretos (de las persianas) con precisión técnica como si de un ballet arquitectónico se tratara. ¡Hagámoslo!

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