Miró y Picasso, amor y generosidad

Dicen que nadie muere definitivamente hasta que no es olvidado. Hace cincuenta años que somos huérfanos de Picasso, y cuarenta de Miró. Pero tanto uno como otro se preocuparon por dejarnos su legado en Barcelona. Picasso, a través de Jaume Sabartés, en los palacios góticos de la calle Montcada. Miró, en el olimpo de Montjuïc, bajo la piel de un magnífico edificio de Josep Lluís Sert.

Esta pervivencia física se ha convertido en doblemente redundante gracias a la exposición Miró-Picasso que tiene lugar, a la vez, en los respectivos fundación y museo barceloneses. Comisariada por Sònia Villegas y Teresa Montaner (Fundación Joan Miró), y Margarida Cortadella y Elena Llorens (Museo Picasso), con la asistencia comisarial de Véronique Dupas, explora la amistad que mantuvieron Miró y Picasso a lo largo de su vida, sus coincidencias y singularidades en lo artístico, y su reconocimiento en Barcelona.

A sus catorce años, Picasso era uno de los mejores pintores figurativos del país. Miró, a juicio de casi todo el mundo, un caso perdido en esto de la reproducción retiniana de la realidad. El primero revolucionará la estructura visible del arte. El segundo dará fiel testimonio del realismo subyacente bajo las apariencias visibles.

Ambos tienen un tema común: la fascinación y, al mismo tiempo, el terror hacia la condición femenina. Las amargas lágrimas de Dora Maar no son nada comparadas con las voraces vaginas mironianas.

Miró conoció a Picasso en 1917, con motivo de su visita a Barcelona acompañando a ballets rusos. En 1918, el joven pintor del Pasaje del Crédito expuso por primera vez en la Sala Dalmau. Las críticas fueron tan negativas, por no hablar de las inexistentes ventas y los anónimos recibidos por el galerista, que Miró dio el salto a París sin mirar atrás...

Picasso expuso por última vez en Barcelona en 1936. Luego, la guerra. Miró y Picasso coincidieron en el Pabellón de la República, en 1937, en París. Obra de Sert y de Luis Lacasa. Luego, la invasión nazi de Francia. Picasso optó por un perfil bajo. Miró, para volver en silencio a Mallorca, después a Barcelona.

Picasso no volvió a exponer hasta 1956, gracias a la familia de galeristas Gaspar. Miró, en 1949, permitió una retrospectiva suya en las galerías Layetanas, que adquirió entera Pierre Matisse, su galerista. Se quejaba: "Aquí no me quieren." No volvió a exponer hasta 1968, imagino que con la cabeza puesta en la futura fundación. Ricardo Mas