Deseo, amor, intimidad, canibalismo, parasitismo, contaminación, crecimiento desenfrenado. Así comienza el texto del catálogo de la monumental instalación Devouring lovers , de Eva Fàbregas (Barcelona, 1988), en la histórica sala principal del museo berlinés.
El título, amantes devoradores , evoca intensidad apasionada y deseo tumultuoso. Amor devorador que remite a las trágicas y complejas relaciones de la mitología griega como Medea y Jasón, Orfeo y Eurídice o Electra y Orestes; al “amor oscuro y devorador” de los poemas románticos de Baudelaire y simbolistas de Rimbaud. Nos sitúa frente a temas intemporales como la obsesión, pero también frente al poder transformador del amor. Pero, de hecho, Fàbregas no trata de ese tipo de deseo humanocéntrico, sino de lo que se transmite a través de los objetos y con los objetos. Y es que, trabajando con materiales blandos y maleables, ha creado una gigantesca criatura libidinosa que se expande y enreda voluptuosamente, tragando la estructura metálica de esta antigua estación de tren. Una entidad cuyos órganos proliferan por el espacio en una especie de metamorfosis escultórica de crecimiento orgánico incontrolable.
En esta instalación site-specific , a medida que los visitantes navegan por el sublime espacio, se encuentran con esculturas biomórficas y amorfas que parecen emerger del suelo, el techo y las estructuras de hierro. Objetos tiernos y carnosos que recuerdan tanto a glándulas corporales como a entidades naturales, que desafían la noción tradicional de escultura. Porque, además, a medida que deambulamos por el entorno y los amantes ficticios se funden en un abrazo eterno, ligeras vibraciones animan algunas de las esculturas, reforzando esta impresión tentacular. Toda la sala se convierte en un organismo que respira, difuminándose las fronteras entre lo humano, lo no humano y lo generado tecnológicamente.
Fàbregas, en la que es su exposición individual más ambiciosa hasta ahora, pretende habitar plenamente el mundo de los sentidos con el tacto como fuente primaria de conocimiento, abrazando la intimidad física y las relaciones sensoriales para imaginar otros posibles cuerpos, otras formas de sentir , cuidar y estar en el mundo.