En las conversaciones de pasillo –donde según Cioran aflora la verdad en crudo–, reina desde hace tiempo, en las artes visuales, un tono de impotencia y aflicción. La precariedad económica, los falsos autónomos, los comisariados low cost … De motivos de denuncia no faltan ante una situación que aboca a buena parte del sector, como recordaba Iván de la Nuez, a la indigencia cultural.
Ahora bien, nos hemos acostumbrado a la queja de forma más bien emocional y desestructurada. Nos dedicamos sobre todo a cimentar los efectos de esta realidad grisácea, pero demasiado poco en detectar sus causas, registrar las constantes y vislumbrar posibles salidas. En esto, otros sectores como el del teatro o la música nos traen varios pueblos de ventaja.
Según el Informe de la Cultura y de las Artes (Cuenca, 2021), por los museos y centros de arte del país han transitado cerca de 26 millones de visitantes. En contraste, por las bibliotecas han pasado 9,5 millones de usuarios; por las salas de teatro, 3,5 millones de visitantes; por las salas de conciertos, 5 millones de espectadores. Incluso se cuentan más usuarios de museos que cine (20 millones).
Nos dirán que somos una disciplina marginal, pobre y elitista. Pues, según el último informe del Idescat, el sector de las artes visuales en Cataluña ocupa doce mil trabajadores (10% del total de la cultura), tanto como la arquitectura (10%) o como el teatro y la música juntos (10,5%). Un sector que ha crecido en empleo un 30% desde 2015 e incluso también en volumen de negocio (el 10% facturado de toda la cultura del país, doblando el negocio del teatro y la música juntos).
Ante estas cifras elocuentes: ¿cuál es la inversión en artes visuales que le dedica la Generalitat? En el último informe en el que el Idescat publica cifras de inversión sectorial por ámbitos de la cultura (2018), en el apartado de Programas, se detalla que las artes visuales recibieron un 3,8% de inversión total, que contrasta con el 10% de la música, el 11% del teatro o el 8% de la industria cinematográfica. Las asociaciones del sector hemos pedido una respuesta justificativa o actualizada de esta realidad, pero todavía no nos ha sido dada.
Pese a que desde 2018 se han advertido repuntes de mejora (el 1,5% de cultura, la Colección Nacional de Arte), la situación sigue siendo crítica. Los centros de arte territoriales vuelven a estar con incertidumbre presupuestaria; las subvenciones que se han aumentado están al 50%; los artistas no venden ni pueden pagarse estudios de trabajo reglados; críticos y comisarios trabajan en condiciones económicas que no pueden considerarse profesionales. El dinero, el poco que hay, no está llegando a la base de la cadena: allí donde se cocinan los contenidos. Donde se está educando y transmitiendo el pensamiento artístico a la ciudadanía.