El pintor y escultor vasco Agustín Ibarrola, nacido en 1930, ha fallecido el 17 de noviembre en el hospital de Usansolo en Vizcaya a los 93 años. Deja un gran legado artístico capitaneado por el conocido como Bosque de Oma, precisamente reinaugurado en fechas muy recientes.
Ibarrola nació en el seno de una familia obrera y pronto ingresó en la Escuela de Artes y Oficios de Bilbao. En 1948 celebró su primera exposición individual. A raíz de esta muestra en la capital vizcaína, se traslada a Madrid e ingresa en el taller de Daniel Vázquez Díaz. Desde muy joven se interesa por unir la tradición pictórica vasca con las corrientes de vanguardia del arte Contemporáneo.
Su obra pictórica es un desarrollo plástico de su ideología política, y puede ser inscrita en la pintura social, denunciando la realidad del proletariado y el mundo rural. Su obra conjuga el espíritu vasco con el compromiso social con los trabajadores, la gente más humilde y tiende hacia el expresionismo. Ejemplo singular de esta faceta es su monumental Guernica de 1977, versión-homenaje del Guernica de Picasso creada cuando artistas e instituciones vascas abogaban por el traslado del original picassiano, entonces al MoMA de Nueva York, en la villa foral que lo va inspirar. En 2021 el Museo de Bellas Artes de Bilbao ha adquirido la obra de Ibarrola, una impactante composición de 2 x 10 metros articulada en diez lienzos el 11 de julio de 2021 en Wayback Machine.
En su carrera, ha experimentado en el uso de variados materiales como travesías de ferrocarril, cartones, maderas o acero corten. Pero son los troncos del bosque de Oma el legado más conocido. Eso sí, a esto se suman Piedras y árboles de 1999 en Allariz (Ourense), Los Cubos de la Memoria (2001-2006) en el puerto de Llanes (Asturias), las quinielas del Ruhr, en Bottrop (Alemania), de 2002, las Piedras pintadas en Garoza (2005-2009, Muñogalindo, Ávila) o las numerosas esculturas dadas en homenaje a las víctimas del terrorismo de ETA.