Fina Miralles. Desde más allá del tiempo recoge la vertiente más íntima y espiritual de la que fue una de las pioneras del arte conceptual. En esta exposición, que presenta unas trescientas obras prácticamente inéditas, las comisarias Maia Creus y Maria Lluïsa Faxedas nos muestran una Miralles conectada con el cosmos, que percibe las energías imperceptibles que articulan la existencia armónica del todo.
Desde un cosmocentrismo cercano al de las culturas ancestrales, primigenias, en las que el ser humano no era ombligo del mundo sino un elemento más del fluido continuo del universo, el artista se convierte en una especie de “médium” –a ella no le gusta mucho la palabra– que expresa de manera sensible lo prescrito a las fuerzas de la naturaleza y que resuena en cada uno de los elementos que forman parte de ella.
Estas piezas, realizadas entre 1984 y 1996, en un momento de aislamiento buscado y en el que sentía la necesidad de volver al dibujo y la pintura, se materializan en creaciones esenciales y sutiles donde predomina el blanco en un sentido oriental, en tanto que representación del espacio lleno, por completo, y donde, sirviéndose de una única línea, plasma visiblemente la obra, previamente automanifiesta. Los vínculos con la escritura son evidentes, pero van más allá de lo que podríamos imaginar: poco a poco descubrimos cómo en Miralles la palabra se convierte en hoja, pluma, río, sol, árbol… de tal modo que escrito y obra plástica se hacen de difícil separar. De hecho, esta relación indisociable es una constante en toda su carrera, que queda exquisitamente reflejada en la publicación Fina Miralles. Palabras fértiles 1973-2017 , con las que dialogan las piezas de la muestra.
Podríamos decir, pues, que la exposición recoge la evolución orgánica y culminación de aquella fusión del cuerpo con la naturaleza que el artista empezó durante lo que se ha considerado su período “conceptual” y del que forman parte acciones tan conocidas como las Translaciones (1973) o Relaciones (1975). Pero, a diferencia de éstas, como explica Creus, en los trabajos de 1984 a 1996 “Miralles va haciendo al margen del mercado del arte y, por tanto, desde una libertad absoluta que resulta para ella muy importante, ya que le permite vivir la creatividad desde un espacio interior; desde su propio espacio simbólico”, es decir: en un estado de fusión total con la naturaleza que va más allá del cuerpo y abraza también la mente, de modo que, como dice la propia artista, puede “abrirse al 'invisible, formar parte del universo”.