«Even en el idioma que no está en pie», una exposición de Ian Waelder en Es Baluard

El Baluarte Museo de Arte Contemporáneo de Palma presenta «even en el lenguaje que no está en su mano», una exposición de Ian Waelder que se podrá visitar hasta el 18 de febrero de 2014.

El proyecto, comisariado por Francesco Giaveri, comienza con una investigación sobre la genealogía familiar del artista, la Historia reciente y los paralelismos entre cuerpo y máquina. Esta línea de trabajo comienza cuando Waelder se traslada a Frankfurt en el 2017, cuando se da cuenta de que es el primer miembro de su familia que vuelve a establecerse en Alemania desde la fuga de su padrino a Chile en 1939.

Después de seis años, el artista vuelve ahora a Mallorca para presentar la exposición individual en Es Baluard Museu, con la que profundiza en esta línea de investigación y que, de alguna manera, concluye en este proyecto asumiendo la forma-exposición que lo aglutina todo, a la vez que apunta hacia nuevas posibles derivaciones.

La exposición se construye a modo de laberinto, mapa en blanco, caja personal o incluso cavidad oral. Mediante una estructura física que pauta el recorrido, se crean una serie de pasillos, salas y subsales donde el público se va encontrando con diferentes situaciones y toma conciencia de su propio cuerpo, al tiempo que se descubren una serie de intervenciones, imágenes y esculturas, que no quieren articularse en una secuencia lógica ni discursiva. La muestra se concibe como un todo en el que es necesario orientarse. Los elementos que el artista dispone en el espacio apelan al espectador de forma algo rara, para desplazarnos hacia una experiencia compartida explorando el espacio expositivo.

De este modo, el artista plantea un ambiente, una arquitectura que dialoga e invade la del museo, albergando sus sculptural footnotes; notas a pie de página en este texto principal, a modo de esculturas sintomáticas, obras diminutas que se esparcen por el recorrido. Los materiales que Waelder utiliza, desde el cartón de la escultura que envuelve el proyecto a la cerámica de las pequeñas footnotas que vamos descubriendo en el recorrido responden al principal motor de la búsqueda del artista.

Como apunta Carina Bukuts, comisaria de la Kunsthalle Portikus en Frankfurt, en su texto en la publicación de mano de esta exposición: “La elección de los materiales de Waelder es una reflexión sobre la construcción de la memoria. Con la utilización de materiales corrientes como el yeso, el pegamento, el papel maché, alguna zapatilla deportiva y trozos de cartón, su obra escultórica da forma a lo que no se ha archivado, fotografiado, grabado ni escrito”.

Francesco Giaveri, comisario de la exposición, explica que “el artista ha modificado el espacio para establecer un itinerario en el que encontramos, a veces de forma inesperada, imágenes y volúmenes que funcionan como índices, repletos de referencias tanto en su biografía y en la de su familia como lo que nos rodea ya la cultura contemporánea. Persiguiendo una melodía silbada, nos encontramos con una estructura fundamental que se desarrolla como un laberinto, un mapa en blanco o, mejor dicho, como un esbozo con indicaciones incompletas y dibujadas de memoria. Como si estuviéramos desplazados dentro de la lengua o el idioma de otro y que de repente empecemos a comprender”. “La ficción en este proyecto utiliza el recorrido como una especie de guión.

Sucesivamente, esta estructura narrativa viene 'salpicada' de pequeños acentos o marcas que son síntomas o indicios que pueden o no llevarte a otra parte. Creo que la atención y perderse son sensaciones y acciones muy buscadas en esta exposición”, añade el comisario. Ian Waelder, artista, comenta que “con esta muestra quería asumir el reto de poder perderme. Generar un recorrido que abrazase diferentes capas y sugerencias en relación al recuerdo. Cada esquina funciona como parte de esta lengua, esa voz que quizás no conocemos, pero resulta familiar. Y te reta a mirar hacia otro callejón.

Es un camino lleno de indicios que no tienen por qué llevarte a ninguna parte, pero te obligan a continuar y generar diferentes rompecabezas con el que te vas encontrando”. “Tiendo a entender el espacio expositivo como la página de un libro. Siempre veo paralelismos entre la escritura y la escultura. En relación con los balances, el ritmo, los espacios. Me parece necesario escapar de una lectura demasiado directa, de un significado evidente. Plantear gestos como escribir sin acentos ni signos de puntuación, con los ojos cerrados o mientras subes unas escaleras. La presencia del recorrido en esta exposición se plantea como una escultura, que sólo se activa en presencia de quien visita la muestra”, explica el artista.