El director Albert Serra y el perturbador transitar por la superficie de la imagen

El Universo del director Albert Serra y las Imágenes

El lenguaje está lleno de imágenes. Cada palabra, pensamiento o idea que atraviesa nuestra mente se construye y genera como una imagen. No pensamos tanto en palabras como en imágenes y es que el siglo XX se distinguirá de otros porque ha dejado un trazo fotográfico. El director Albert Serra explora lo que las imágenes han logrado. Desprenderse de la textualidad literaria que marcó la modernidad occidental y fundamentó el conocimiento en una experiencia empírica pautada y articulada hacia la validación del gusto educado. La recreación de fantasías e imaginarios quedó justificada y escondida detrás de experiencias, interpretaciones y significados.

La imagen en continua transformación

Lo que se pone en evidencia en estos momentos es que la imagen ha dejado a un lado su función auxiliar de ilustrar el contenido del texto para desprenderse de su definición como espacio consensuado de producción de experiencias. La imagen se define por su desplazamiento continuo, ocupando cuerpos y espacios ajenos, dotándose de sentido al fuera de sitio. Una imagen híbrida e impura, mestiza, una imagen orgánica en continua mutación, reinventando mundos aparte, trasladándonos y desplazándose entre múltiples realidades.

El devenir de las imágenes por el director Albert Serra

Sin embargo, cuando la percepción sensorial ha sido anestesiada por las narrativas oficiales, como apunta Buck-Morss, “la tarea no es ubicarse detrás de la superficie de la imagen sino estirarla, enriquecerla, darle una definición, darle tiempo”. Como sostuvo Benjamin, las imágenes se desprenden como superficies tomadas de los objetos como evidencia de su realidad material, y es desde esa superficialidad desprendida que el cine del director Albert Serra nos empuja a transitar y desplazarnos con su devenir . Imágenes pulsionales y fantasías extremas, reales, ficticias, ambiguas que nos conducen a ver más allá de la apariencia de la realidad puesta en escena. Movernos, ocupar y transitar por la superficie desprendida de una realidad siempre en vilo. Ahogarnos de placer en el remolino visual, dejarnos llevar por el momento perturbador de lo que no podemos atrapar.