En la década de los 60, nació el cine de la Escola de Barcelona, un movimiento moderno, diferente, de base experimental, intelectual y antifranquista.
El cine europeo, en los años sesenta, abandonó el cine convencional para adentrarse en el vanguardismo. En Cataluña, destacó el cine de la Escuela de Barcelona, del que enseguida hablaremos. Sin embargo, primero situémonos en la época. En Francia eran tiempos de la Nouvelle Vague; en Inglaterra, del Free Cinema, y en EE.UU., de la escuela de Nueva York. En este contexto, el empresario catalán y promotor cultural Oriol Regàs i Pagès (Barcelona 1936-2011), fundador de la discoteca Bocaccio y de locales como La Cueva del Dragón, Up&Down, Via Veneto y, en la Costa Brava, de las discotecas Maddox, Paladium y Revolution, fue el alma de la Gauche Divine de nuestro país (movimiento de artistas e intelectuales surgido en torno a Bocaccio) e impulsó a un grupo de gente para intentar hacer un cine moderno, diferente, de base experimental, con una fuerte carga intelectual y un tono antifranquista que, sobre todo, se alejara en lo posible del cine que se hacía en Madrid y en el resto del Estado, tanto en cuanto a contenido como a la forma de producción, autofinanciándose o buscando recursos económicos a través de un sistema cooperativo.
Los cineastas catalanes más destacados del movimiento
Con estos criterios surgiría la Escuela de Barcelona , un término que utilizaba a menudo en la revista Fotogramas el productor Ricardo Muñoz Suay, uno de los integrantes del grupo, para definir el movimiento, que contaba con Joaquim Jordà –considerado el ideólogo del grupo– , Jacinto Esteva, Vicente Aranda, Carlos Duran, José María Nunes, Ricardo Bofill, Jordi Grau, Pedro Portabella, Jaume Camino, Lorenzo Soler, Gonzalo Suárez, Roman Gubern y Joan Amorós. También mantenían una intensa relación Serena Vergano, Romy, Teresa Gimpera –que sería la musa–, Luis Ciges, Enrique Irazoqui, Leopoldo Pomés y otros.
Las películas primordiales dentro del movimiento
La película capital de ese movimiento fue Dante no se únicamente severo (1967), de Joaquim Jordà y Jacinto Esteva. También son destacables Noche de vino tinto (1965-66) y Biotaxia (1967), de José María Nunes; Fata Morgana (1965), de Vicente Aranda; Cada vez que... (1967), de Carles Duran; Ditirambo (1967), de Gonzalo Suárez, o No cuente con los dedos (1967) y Nocturno 29 (1968), ambas de Pere Portabella.
El cine de la Escola de Barcelona no conectó con el público ni la crítica
A pesar de las buenas intenciones del movimiento, y que algunos de los realizadores del grupo han ido haciendo, por separado, obras de mayor o menor importancia, la llamada Escuela de Barcelona no encontró el favor ni del público ni de la crítica . con algunas excepciones, lo vio como un pretencioso fuego de virutas, muy esteticista y con poco fundamento. Un cine muy intelectual y rompedor que se situaba en una vertiente más esnob que vanguardista y que decayó cuando en España se endureció la censura (1969-70), lo que comportó que las nuevas obras de sus integrantes conocieran la clandestinidad y los circuitos alternativos, fuera del cine reglado, incluso de lo exhibido en las salas de “arte y ensayo”. En los próximos artículos recordaremos a algunos de sus integrantes (Joaquim Jordà, José María Nunes) y, también, el encuentro con Jacinto Esteva, Francisco Rabal y Mijanou Bardot cuando rodaban, por tierras gerundenses, Después del diluvio (1968).