Las transformaciones y las consecuencias derivadas de la oceánica diferencia que presenta la fotografía en el lapso de estas tres últimas décadas es lo que ha sido objeto de estudio, valoración, análisis e investigación en las Jornadas I&R, que con periodicidad bienal organiza el Centro de Investigación y Difusión de la Imagen (9) en la ciudad. esa fecha inicial. La fotografía analógica, negativo (plástico o vidrio) y positivo papel, era la existente, sin contar los positivos directos de cámara. Generalizamos, por supuesto, pero el desconocimiento sobre los procedimientos en los que se había materializado la fotografía era clamoroso.
La escasa consideración que tenía la fotografía como integrante del patrimonio tanto artístico como documental, había propiciado un descuido notable de los fondos (archivos) existentes que acentuaba su desorden y empeoraba su estado de conservación de forma alarmante. La falta de profesionales y, consiguientemente, de una metodología de intervención eficaz (tanto en su conservación como en el tratamiento documental) unida, en demasiadas ocasiones, al reducido interés de los propios fotógrafos sobre lo generado, era el punto de partida a inicios de la década de los noventa del siglo pasado. Las cuestiones derivadas de esa situación se abordaron desde el primer momento. Se impulsaron inventarios que nos permitieran conocer el alcance que tenía ese patrimonio, los conservadores especializados en patrimonio fotográfico nos dotaron de los primeros conocimientos que debían ayudarnos a frenar el deterioro de las imágenes fotográficas y los abogados nos alertaron de que disponer de la propiedad física de los soportes no nos permitía el libre uso de las fotografías. Los profesionales que invitábamos del extranjero nos hablaban de realidades de gestión diferentes a las nuestras y nos mostraban modelos a imitar.
Pero planteémonos cómo son las cosas en esta tercera década del siglo XXI. Desde principios de los años 2000, cuando nos referimos a fotografía, lo hacemos en la imagen digital (hemos tenido que crear el retrónimo fotografía analógica para definir lo que antes no presentaba ninguna duda de atribución). Y, como es natural, frente a un fenómeno nuevo, una nueva realidad. Se inicia una producción y distribución de imágenes que sustituye a relatos precedentes, expresados a través del teléfono o la correspondencia, y produce ingentes, inalcanzables a escala humana, cantidades de imágenes: según el organismo Business Insider, desde 2017 un total mínimo diario de 3.287 millones. Tratar de entender esta nueva situación, analizar cómo hacerle frente y cómo posicionarnos como profesionales de la gestión del patrimonio documental, procurar cómo ofrecer un mejor servicio a la ciudadanía, estudiar cómo la inteligencia artificial puede contribuir a dar respuestas y, al mismo tiempo, ofrecer inquietantes propuestas donde realidad y metarrealidad se confunden, son aspectos que ya debatimos hoy en las Jornadas. Sin falsa modestia, podemos afirmar que las Jornadas I&R se han convertido en un referente internacional en muchos de los aspectos vinculados a la gestión del patrimonio fotográfico y audiovisual.
Este año se cumple el vigésimo quinto aniversario de la creación del Centro de Investigación y Difusión de la Imagen (CRDI) y, naturalmente, no sabemos cuál será la evolución ni las innovaciones tecnológicas que con vertiginosa rapidez nos ofrece el mercado. Pero sí sabemos que las personas responsables de la gestión de este nuevo patrimonio se esforzarán en garantizar para el conocimiento futuro lo que define en cada momento nuestro presente.