Licenciado en Historia por la UAB, doctor en Historia de la Técnica por la EHESS de París y diplomado en Estudios Avanzados y Museología de las Técnicas en el Conservatorio Nacional de las Artes y los Oficios de París, Jaume Perarnau es director desde hace diez años del Museo Nacional de la Ciencia y la Técnica de Catalunya, donde desde 1994 ya había ejercido como jefe del área de conservación, documentación y estudios.
Profesor universitario y periodista, Jaume Perarnau ha comisariado varios proyectos museológicos y es miembro de varios comités científicos internacionales. El museo que dirige es fruto del bagaje que la aplicación industrial del conocimiento y la innovación científica y técnica ha desarrollado en Cataluña a lo largo de los siglos. El museo, que el próximo año cumplirá 40 años, aunque la Generalitat republicana ya lo había previsto en 1937, es de referencia internacional por su especificidad y la manera innovadora y descentralizada de implementarse en el territorio.
¿Cuál es esa singularidad?
Los grandes museos de ciencia y técnica existentes en Europa son enormes, magníficos, y tienen todos los sectores de la industrialización explicados en el mismo espacio. Aquí lo que hacemos es explicar el patrimonio industrial con objetos pero también con los edificios en los que se utilizaban o se construían estos objetos. Explicamos todos los ámbitos de la industrialización con una sede central, que está en Terrassa y que tiene un poco de todo, y después un conjunto de 27 museos en el territorio que sí tienen especialización: el papel en Capellades, el corcho en Palafrugell , una harinera en Castelló d'Empúries, las centrales eléctricas en el Pirineo, los ferrocarriles en Móra la Nova y en Vilanova i la Geltrú, la cerámica en la Bisbal d'Empordà... Esta es nuestra singularidad.
Los edificios son también museo.
En Terrassa podemos explicar lo que es una central eléctrica y tener una turbina, pero no va a funcionar; en cambio en Capdella ves el saltante de agua y entiendes cómo se produce la electricidad en el Pirineo.
Es innovador pero complejo.
La parte conceptual es ésta y se entiende, pero después está la parte organizativa y administrativa. Cada uno de los museos tiene su propia organización y adscripción a los ayuntamientos. Hay museos pequeños y grandes, algunos abren sólo en primavera y verano, otros lo hacen todo el año, y esto es una complicación en lo que se refiere a personal, a capacidad presupuestaria ya logística.
¿Esta complejidad reclama más financiación?
La financiación siempre nos parece insuficiente, pero lo cierto es que en los últimos tiempos el Departament de Cultura la ha incrementado. Lo que nos falta son manos para llevar adelante la cantidad de proyectos que tenemos previstos.
¿Y cómo responde la ciudadanía?
Hay un gran regreso. Las cifras así nos lo dicen. Además de contar visitantes, calculamos el impacto económico y social, muy alto. Esto nos lleva a realizar proyectos y actividades fuera de las paredes del museo. Los objetos que tenemos y que mostramos están pensados y fabricados no sólo para contemplarse como una obra de arte, sino para hacerlos funcionar. Y esto nos permite llegar con más facilidad a la sociedad, porque todo el mundo puede sentirse identificado con objetos que ha utilizado: coches, electrodomésticos, ordenadores...
¿Cómo se valora el impacto social y económico?
El retorno económico nos permite valorar cuál es su incidencia en el PIB del municipio cada euro público invertido. El impacto económico son las empresas que trabajan: mantenimiento, coste del inventario de objetos, restauración, vigilancia... En un pueblo de mil habitantes, quedaría sorprendido. Quizá sea la actividad económica más importante de aquel municipio. Y el tema social: ¿cuántas entidades de Terrassa han utilizado el espacio del museo para realizar actividades?, ¿cuántas gratuidades se han dado a entidades del tercer sector?
Cuénteme nuevos proyectos .
El museo-bus. Permitiría llevar el conocimiento técnico a pueblos pequeños. Otro proyecto es emitir por un canal propio. En Terrassa tenemos un estudio en directo de Catalunya Ràdio y un plató televisivo.
Como director, ¿está satisfecho?
Prácticamente hemos recuperado el nivel de antes de la pandemia. Siempre piensas que podrías hacer más y no hace falta ser conformistas, pero tenemos derecho a estar orgullosos.
¿Por qué es tan complejo el museo?
Tocamos muchos temas, desde turbinas y artes gráficas hasta computación electrónica. De energía a ciencia, de medicina a sectores productivos. El trabajo no termina nunca. Los avances técnicos y científicos no se detienen. En el museo existen desde aviones, locomotoras de tren y camiones hasta objetos microscópicos. Contamos con inventariados cerca de 25.000 objetos.
¿Y las exposiciones?
Tenemos permanentes, como la de la industria textil de la lana. Luego, las de larga duración: energía, la historia de la informática y de los ordenadores, la química. Y otros cambiamos cada año y medio, como los espacios de artes, exposiciones vinculadas a las artes creativas que tienen que ver también con los avances científicos y técnicos. Tenemos una réplica a escala, única en el mundo, de la estación espacial Mir soviética, hecha como escenario de filmación de cine. O el Hecho en Catalunya, en el que explicamos los avances técnicos a partir de empresas centenarias catalanas: por ejemplo, la evolución de los medicamentos, desde las trementinaires, las medicinales y los boticarios hasta la industria farmacéutica.
¿Qué objeto de los 25.000 destacaría?
Acabamos de adquirir un Hispano Suiza, una prenda magnífica. Y me gustaría tener una de las primeras máquinas de escribir, que hay doce o trece en el mundo, una de ellas en Figueres. O la primera máquina de los Lumière, proyector y reproductor a la vez; tenemos una, pero incompleta.