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Exposiciones

Lo que (quizás) no toca

Fins al 4 de juny del 2023

Carlos Pazos. La bellesa i l’avantguarda, 2020. Col·lecció PazosCuchillo. ©Obra: Carlos Pazos, Barcelona, 2023. ©Foto: Dani Rovira.
Lo que (quizás) no toca
Ricard Mas barcelona - 26/05/23

Cuando Picasso enseñó a amigos y compañeros su última obra, todo el mundo, sin excepción, hizo burla y escarnio. Incluso se atrevieron a decir que la escena representaba un burdel del sur de Francia regentado por la madre del amigo y poeta Max Jacob... Se trataba de Las señoritas de Aviñón (1907). Picasso le metió en el armario, le enseñó una sola vez en una exposición y finalmente fue adquirido un poco a hurtadillas. Hoy es la estrella del museo más emblemático del siglo XX, el MoMA de Nueva York.

Carlos Pazos emergió como artista más o menos al mismo tiempo que mis amigos, en el patio del colegio, reían como locos mientras exclamaban: “¡Qué chiste más doleeeeent!” O sea, cuando el mal gusto, si era de muy mal gusto, pasaba al otro lado del espectro y se convertía en aceptable. Este cambio de paradigma es la base de la obra de Carlos Pazos y, muy especialmente, de su última propuesta: una encuesta sobre el gusto titulada en inglés y con interrogante: "¿Bad painting?"

Con la colaboración del ensayista Eloy Fernández Porta, Carlos Manuel Pazos Moya reúne su obra, obra de otras manos perteneciente a la colección PazosCuchillo e incluso piezas tomadas del sancta sanctorumísimo MNAC (cuidado, Àlex Susanna, con emprunter el fuego sagrado de los dioses, que mira cómo acabó Prometeo...).

El proyecto, no negaremos que jugoso, abarca obras realizadas por pelacañas y patumbres entre 1850 y 1950, escogidas con desgarradora mala fe... a la vez que baraja las entrañas de conceptos como buen gusto y mal gusto, ramplón –el equivalente catalán de lo cursi acuñado por Ramón Gómez de la Serna–, sublimitado, canalla o campo .

Ante las obras, más allá de la propuesta teórica, nos sentiremos a la vez avergonzados y enamorados, excitados de amar algo que también nos parece inadmisible estética o éticamente. Ya sabéis, si en una historia no hay contradicciones, es falsa o incompleta.

Me pasa con los cuadros de payasos tocando el violín, caballos corriendo en una playa bajo la luna, escuchando un saxo que interpreta Petite fleur , revisionando por enésima vez Al este del oeste (1984), una burrada monumental del Esteso y el Ozores... No encontrará nada de eso, en la propuesta que, con valentía, acoge el Museo Can Framis de la Fundación Vila Casas, pero sí adivinará perritos a punto de ahogarse en una especie de diluvio universal , naturalezas muertas consagradas a la butifarra con judías, obras creadas en un mal día por pintores reconocidos como Aleix Clapés o Joan Brull, e incluso óleos que personalmente me encantan pero, mira por dónde, son sometidos al escrutinio fronterizo de la propuesta, como un entierro de Mariano Pidelaserra o dos esquiadoras de Pere Pruna.

En cuanto a la obra de Pazos, no sabemos si bistec o patatas de este plato combinado, me sigue provocando aquella risa nerviosa iniciada en el patio de la escuela: “¡Mira que es malaaaaa!” (aplausos).

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