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Opinión

Este modelo de mundo

Este modelo de mundo

Una de las cosas que intento comunicar a los alumnos es que lo del arte (y, en realidad, casi cualquier campo de la cultura) es como una infección. William Burroughs escribió que el lenguaje es un virus de otro espacio, que nos habita y nos parasita, nos perfora y nos ocupa. La infección del arte (y la cultura) de la que hablo hace que a partir de cierto momento ya sea imposible ver nada, hacer nada, hablar de nada, que no pase por ahí. Que quedarán infectados. Y entonces mirarán un edificio y verán rasgos brutalistas, e incluso si van al fútbol su mirada estará condicionada por mil imputados externos desde cuestiones estéticas a políticas. Una infección que condicionará sus viajes y vacaciones. Quizás un día se encuentren parados en una plaza como la Place Émile Goudeau de París observando un vacío, nada, un edificio que ya no existe, que fue derruido, traspasando con la mirada el tiempo y el espacio mirando al ya inexistente Bateau- Lavoir. Y andarán. De cabo a rabo de la ciudad simplemente para ver una exposición más allá del interés específico que nos despierte.

He caminado París de cabo a rabo muchas veces. Me gusta hacer un circuito algo largo que lleva desde el Palais de Tokio, pasando por la rivera del Sena, hasta el Pompidou para adentrarme en las galerías del Marais, subir más allá de la Place de la Republique hasta las de Bellevile y acabar cenando en un vietnamita del que mejor no visitar el lavabo.

Dentro de poco esta ruta variará inexorablemente dado el cierre temporal del Pompidou. Pero se ha añadido una nueva parada: la fundación Pinaud en la antigua cámara de la bolsa parisina. Como la punta Dogana y el Palacio Palazzo Grassi en Venecia, ambos también del señor Pinaud, el edificio es espectacular, más aún que los anteriores. Viniendo desde el Palais y en comparación con la estrechez parisina, es amplio, luminoso y limpio. En la entrada se acercan amablemente empleados de la fundación para ofrecerse como guías. Dentro, en un espacio redondo enorme, durante mi visita, había una gigantesca proyección de Anri Sala: la pantalla con forma curva de una calidad de imagen en competencia con el cine de más alta definición, acompañado de una acústica perfecta. Podría decirse que se ve cómo las paredes rezuman billetes en forma de display , arquitectura y proyecciones. No faltan en las cornisas las palomas vigilantes de Maurizio Catelan dispuestas a cagarse. En nosotros mismos ya tan lejos. Tan lejos de lo que pensábamos que era la producción artística. Y que aquí parece más cerca de Salma Hayek, Brad Pitt, Océanos Eleven o cualquier superproducción de Hollywood inasumible por ningún museo o centro de arte, y no digamos uno público.

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