Cuando empiezas a leer el texto de un catálogo y te encuentras con la cuestión que plantea Albert Mercadé sobre si tiene sentido hablar ahora de abstracción, te predispones a mirar las obras con la mente abierta a todo tipo de interrogantes.
Las obras de Gorka Piñol pueden parecer de fácil lectura, pero a medida que vas entrando te sientes atrapado por sus redes, por sus repeticiones, por todo un entramado del que desconoces las reglas pero que no sabes por qué te resulta familiar .
El primer impulso será, posiblemente, intentar descubrir su ley, pero pronto te das cuenta de que estas tramas espesas bordean la estrecha línea que separa el orden del caos, y te dejas atrapar por ellas sin pretender captarlas.
Y entonces descubres el motivo por el que te resultan familiares: ¿nuestro mundo no está lleno de entramados? ¿La repetición no es una de las constantes de nuestra cotidianidad? ¿Este andar entre el orden y el caos no es una de nuestras vivencias más conocidas?
Los textos del propio artista te conectan directamente con esta cotidianidad: la trama de los pinchazos nocturnos, el caos después de una cena de amigos, la importancia del chiste como reflejo de la relatividad de lo que tendemos a solemnizar y que queda como un pequeño homenaje a Eugenio (compañero de largas horas del artista) en el título de la exposición.
De repente te das cuenta de que las obras, aparte del diálogo estético que te provocan, te ayudan a definir un poco mejor un entorno donde las capas se superponen más que nunca, donde la repetición es una constante por la abundancia de información y paulatinamente vas entrando en el mundo del artista porque sabes que, como él, también necesitas poner un poco de orden en el caos.
Las obras de Gorka Piñol nacen de una técnica elaborada, de capas y capas que se superponen y que sólo a base de ir sacando a la superficie lo que queda debajo pueden configurarse a partir de unas pautas determinadas que pueden ser numéricas, alfabéticas... pero siempre con orden establecido.
La exposición se inicia con tres obras que responden a momentos determinados de su trayectoria y con las que se recoge esta evolución lenta y trabajada que le ha permitido ser cada vez más libre en su ejecución e ir adentrándose en la investigación nuevas experiencias como un degradado, una forma concreta, la utilización de colores no habituales.
Una veintena de pinturas que nos ayudan a adentrarnos en un mundo en el que sólo a través de la contemplación detallada te das cuenta de que las estructuras lineales muestran formas como el círculo que emerge en medio de los entramados.
Y para completar el itinerario, un impacto: una gran escultura que recoge todo lo necesario para crear la pintura. Cintas blancas con las marcas de los colores utilizados después de vivir todo el proceso de creación y que con contundencia nos hacen sentir el impacto de la rotundidad de todo lo trabajado.