Jaume Plensa (Barcelona, 1955) es uno de los escultores más reconocidos internacionalmente en el panorama de la escultura contemporánea de finales del siglo XX al XXI. Su trabajo actual se centra en la figura humana, en la que confluyen dos vectores esenciales: la materia y la palabra.
La exposición Jaume Plensa. Poesía del silencio que se podrá visitar hasta el 23 de julio en la Fundación Cataluña La Pedrera , abarca su producción desde 1990 hasta la fecha, destaca algunos aspectos clave de la obra de Plensa como escultor y se articula en el entorno de las relaciones entre el universo creativo del artista y la letra como elemento constitutivo de su obra. Durante el montaje de la exposición, Ricard Planas , editor de la revista bonart, tuvo la oportunidad de compartir una enriquecedora conversación con Jaume Plensa en la que repasaron los proyectos pasados, presentes y futuros del artista y profundizar en los pensamientos , reflexiones e inquietudes que nutren el trabajo de Jaume Plensa.
Leí en un libro de entrevistas que decías que no querías ser mediático y querías ir parasitando a pesar de que el aparato mediático te ha venido a buscar...
Yo creo que a veces va como trompicones. Como por ejemplo cuánto hice la instalación de Nueva Jersey, o cómo hice en Nueva York o la exposición en el Museo Reina Sofía, en la que se hace instalar la pieza en la Plaza de Colón y parecía que era muy mediática en Madrid. Ahora también está ocurriendo en Barcelona. De repente, por mil razones, se ha unido el tema de las puertas del Liceu, la ópera en el Liceu y el proyecto de la Pedrera. Es un momento muy peculiar, pero también super emocionante.
Tu relación con Barcelona podría decirse que es eterna. No sólo has realizado esta instalación. Tienes mucha escultura pública. El proyecto de la escultura de 52 metros quedó colgado, pero tu presencia ha sido una constante.
Barcelona es mi ciudad. Recuerdo cuánto hice la exposición en el Macba. Llevaba más de 25 años sin exponer en Barcelona y las esculturas que tengo es porque yo las he cedido.
En este sentido, muchas veces en los artistas siempre hay una pulsión de reclamar una estima del sitio.
Yo no reclamo nada en absoluto, creo que el mundo ha cambiado mucho. Ya no existe un concepto de artista local. En ningún momento he querido ser el artista local. Yo me acuerdo en cuanto al año 1983 hice una exposición en Barcelona que tuvo un impacto brutal. Y en ese momento pensé que era el momento de desaparecer y fui a vivir a Berlín. No sé, creo que es bueno que las cosas lleguen cuando deben llegarte en su momento. Ahora hacía veinte años que no hacía ópera y lo dejé porque las cosas también tienen su momento. Cuando tuve la invitación del Liceu, que era por su 175 aniversario, tenía mucho sentido. La obra Macbeth de Giussepe Verdi, que se estrenó en el Liceu y era un viejo sueño que culminaba mi amor por Shakespeare, fue muy emocionante. En mi ciudad, teatro, donde vi mi primera ópera de niño. Son mil cosas, y ahora en La Pedrera, tengo la oportunidad de poder hacer un diálogo con Gaudí.... ¡yo creo que es extraordinario!
Relacionarse con iconografías tan potentes tampoco es fácil. Y también en la Sagrada Familia te dijeron para colaborar.
¿Cuánto murió Subirachs vinieron a pedirlo pero yo dije que no. Yo tengo otra forma de crecer. He tenido muchas invitaciones en Barcelona pero creo que la de la Pedrera me hizo una especial ilusión por poder hacer este diálogo con un Gaudí civil, no con un Gaudí eclesiástico. La Pedrera es un ejemplo extraordinario de su mundo. Es una pieza dedicada al agua y al mar, que es mi gran obsesión. La Pedrera tiene muchos puntos de referencia que me hicieron mucha ilusión y dije sí enseguida.
No te importan los materiales, te interesa más el mundo de las ideas, aunque las ideas deben pasarse a materiales. Con esta última época estás con una forma de hacer, con materiales muy pesados, con ideas más de siglo XXI, utilización de nuevas tecnologías, ¿cómo lo ves?
Siempre he utilizado la tecnología que me ha brindado esta época. No creo que el arte sea un problema de tecnología y técnica. Gracias a estas nuevas tecnologías, siempre he intentado realizar las preguntas eternas que nos ponemos generación última generación. En definitiva, creo que el gran terreno del arte son las ideas. Tú eres hijo de una época y tienes que nutrirte de toda aquella información y todo lo que te está ofreciendo aquella época para intentar ir lo más profundo posible, en definitiva a las grandes preguntas de siempre...
De todos tus trabajos cabe destacar también la muestra de tus figuras en el Museo de Arte Moderno de Ceret. La figura humana como símbolo icónico allí entra de forma muy fuerte y ayuda a que la gente se coja.
Ya sabes que desde hace muchos años trabajo con los alfabetos y letras. Esta idea de intentar abrazar el mundo global de una manera positiva diciendo "lo bien que estamos juntos conservando nuestra identidad". Lo sigo haciendo y trabajando con las letras hace muchos años. Desde el proyecto Crown Fontaine de Chicago, que filmé mil caras de rostros que viven en la ciudad. El retrato me atrapó por completo. Más que el cuerpo era la cabeza. Para mí, la cabeza es el gran sitio. Es donde todo ocurre. Es el espacio oscuro del cerebro donde tienes este mundo de sueños y realidades, y en ocasiones poder verificar estas cosas tienen menos importancia si ya las has verificado y soñado. La cabeza para mí se convirtió en un gran elemento. Siempre he escaneado jefes de mujeres y en paralelo trabajo este mundo de los alfabetos. Las caras son de gente de muchos países y de distintas culturas, que son como los alfabetos. Ese mundo global, esa familia que no conocemos, pero que compartimos memorias comunes.
¿La pieza Chicago fue un punto de inflexión muy importante para tu carrera?
Yo trabajaba mucho en EE.UU., pero esta pieza se volvió con una pieza icónica. Abrió un nuevo territorio por mucha gente para reflexionar sobre el espacio público y cómo articularlo. Era un híbrido entre escultura, urbanismo, conceptual, etc. Era una recopilación de muchas sensaciones. que había tenido y que ahí terminaron. Cuando la terminé me prometí que no haría algo parecido. Siempre quise que fuera una referente de Chicago. Además está colocada en un sitio muy emblemático.
¿Qué es para ti la escultura pública? ¿Has interaccionado, has sufrido a los políticos, a los urbanistas, cómo te sientes? ¿Sacas el arte fuera de los espacios normales?
No, yo creo que no se quitar el arte fuera de los espacios. Yo creo que tiene unas reglas particulares y únicas. Para mi ha sido un gran equilibrio con las exposiciones de galerías y museos poder trabajar en el espacio público. No tienes contexto. La gente la de reconocer como tal en la jungla. Cuando yo lo expongo en un museo se supone que es arte, puesto que está en un museo, te gustará o no. La obra debe sobrevivir por sí misma. Esa idea me gusta mucho. El individuo me interesa mucho y me gusta mucho cómo reacciona cuando está en grupo o con una comunidad. Esto que ya había desarrollado con el texto, una letra no es nada. Una palabra con una palabra, hacen letras, una letra con otra letra hacen textos, los textos con textos, culturas, un barrio con otro barrio hace una ciudad, una ciudad con una ciudad hace un país, etc... lo más pequeño a lo más general, siempre me ha fascinado. El arte tiene la capacidad brutal de embellecer todo lo que le rodea. Siempre he defendido mucho el concepto de la belleza, no de la obra en sí, sino de la belleza que puede generar a su alrededor.
Hoy en día en el siglo XXI, ¿qué es por ti la belleza?
Es muy difícil. Yo creo que es una especie de choque que nos provoca algo delante de nosotros. Hay muchos tipos de belleza. Pero parece que la reconoces, como si te hiciese una especie de choque en el cerebro. Creo que todos la llevamos clavada en el cerebro. Esto no se estudia en las universidades.
El tema de la educación en las universidades, en las escuelas y los museos...
Recuerdo que una vez en la ciudad de Iowa, instalaron una gran pieza mía en el museo de Des Desmoins y en una conferencia que hice, una señora me comentó sobre el tema de la interacción con mi obra, ya que junto a mi obra había un cartel que decía: "Por favor, no tocar". Y ella me preguntó cómo lo justificaba yo todo esto. Le dije que a los del museo se les había olvidado terminar la frase: "Por favor, no tocar cómo acariciar". Éste siempre ha sido mi leitmotiv. Nos falta la cultura de la caricia. Yo creo que somos un poco bruscos haciendo ese contacto con el resto. Siempre hay una especie de brusquedad. Nos falta educar. ¡El arte pide esto! . Cuando instalé la escultura Julia en Madrid defendía que yo había introducido el concepto de ternura. A alguien le parecería absurdo hablar de ternura en el espacio público. Hay que decir que esta pieza ha transformado ese lugar árido e inhóspito en un sitio posible. Los de Madrid renuevan la cesión cada año. Al igual ocurre con la pieza Carmela frente al Palau de la Música, ya que no quieren que la saque. Cada año la Fundación Maria Cristina Masaveu Peterson, que es la propietaria de la escultura, me la está cediendo año tras año.
Has hablado de cosas como las tipografías, letras, alfabetos, etc. Has dado gran importancia a la edición de obra gráfica, ¿cómo es importante para ti?
Siempre he dado mucha importancia al libro y la obra gráfica. He hecho mucha obra gráfica y he aprendido de los mejores. Desde siempre, mi padre era un gran lector, a él le gustaba la novela ya mí no, a mí me gustaba más la poesía. Sobre todo la presencia del texto. Ha formado parte de mi imaginaria desde niño así como la música que me ha gustado mucho. Siempre he terminado vinculado a temas relacionados con la música.
La ópera como el cine, ¿es el arte total?
La ópera me encanta. Tener ideas o elementos habitados por las voces, no tiene precio. Yo que soy un amante y apasionado de Canetti, que habla de torres habitadas por voces... O intentar hacer retratos de la gente a través de su voz sin poder verlos. Siempre me hago la pregunta de cómo puede ser la persona con su voz. He tenido la suerte de trabajar con proyectos que todo mi mundo imaginado por imágenes está habitado por voces.
¿Tienen intención de incinerar la ópera del Liceu?
Yo no soy un profesional de la ópera. Los teatros siempre desconfían de quienes no somos profesionales de este mundo. Por el momento estoy disfrutando mucho. Nos hemos hecho muy amigos con los cantantes. Cuando cantan en medio de una idea mía y está vacío... Hay que decir que todo esto me parece muy emocionante.
El vacío como lleno, como por ejemplo cómo lo trabajaba Juli González. Cuando oímos ruidos que distorsionaban, el vacío siempre nos ha servido de motor.
Siempre he defendido la invisibilidad. Lo importante en la vida siempre es invisible. Un hombre que es escultor como yo, decir esto parece que te arrojas un camión de arena encima. Creo mucho en el pensamiento que llena la inmensidad, girar en torno a la idea de la energía que manda las cosas. Una vez la directora del Yorkshire Sculpture Park (YSP) del norte de Inglaterra, Clare Lilley, me comparó estas cabezas de malla como "unos contenedores de aire". Me tocó mucho el corazón cuando ella los definió así. Esa idea de la transparencia de detrás del ser, me fascina. Que nada se vuelva opaco. Lo conocí un día cuando estaba fundiendo el hierro fundido. El hierro líquido que sale del horno, de color rojo, es sólo luz, no pesa. Y me di cuenta de que el tema del material es una actitud, no es una materia. Cambié la luz, empecé a trabajar con el cristal, con las resinas y he vuelto a trabajar con metales sólidos, pero que son transparentes y eso me hace mucha ilusión. Le he dado la vuelta un poco a estas prendas. Esto para mí es muy importante.
Hablaban de futuro. Todo el mundo habla de Jaume Plensa como una persona con éxito. No es un camino fácil. ¿Cuándo tienes más posibilidades de hacer lo que quieras pierdes más sentido de la realidad? O, por otra parte, no existe esa tensión dramática tan complicada...
Mi experiencia es que siempre he hecho lo que quería hacer en ese momento. No me he dado cuenta de que tenía más posibilidades. Es un misterio. Al principio yo trabajé mucho con hierro forjado y eran hierros que iba a comprar a los chatarreros porque valían muy poco, ya que yo no tenía suficiente dinero. Ahora que sí tengo más, me dedico a fundir muchas más cosas. En fin, yo creo que soy un agujero negro. Hace mil años que no he entrado en un banco. Es verdad que he perdido la noción de lo que es el dinero. He tenido la fortuna de que el arte me ha permitido no tener que ir a los psiquiatras. Mi propia obra ha transformado los fantasmas con ideas. Sí es verdad, que Laura, que es mi compañera, se ha ocupado de esa parte que es más compleja y que yo desconozco.
Otra cuestión es el ego y la creación. El artista debe ser algo egocéntrico, ya que se enfrenta contra el vacío de forma...
Yo he de ser muy poderoso como artista y muy humilde como hombre. Ésta es la diferencia. Si es a la inversa, mal.
En cuanto a futuros, ¿te ves creando una fundación, creando legado o ayudando a gente que les cuesta más? ¿Y está el talento al lado?
Creo que es muy interesante. Cada época de tu vida tiene un porqué y una finalidad, o intentas darle un sentido. Ahora que tengo sesenta y siete años no me lo he planteado todavía. Pero es posible en un futuro no muy lejano. Yo he sido muy buen profesor cuando me han invitado a dar clases, pero después de tres meses lo dejaba. He dado clases en el Art Institut de Chicago y en la Escuela de Bellas Artes de París. Pero ostras, me falta la vocación del día. Soy muy poco constante, muy caótico con mis emociones y reacciones. Sí que el tema del legado podría estar guapo. Pero yo todavía estoy con luchas que no tengo resueltas...
¿Qué relación ves tú en general entre el arte y la sociedad? ¿Qué crees que podría hacerse en este sentido?
El arte es algo orgánico. Siempre se mueve y está creciendo y decreciente. Y a veces se mueve en la dirección que no esperabas. Ésta es la belleza propia del arte. Cada generación intenta arrancar y encontrar nuevos sentidos y direcciones a su pensamiento. Y de todo esto van quedando pequeñas lucecitas por la noche. Yo lo comparo con la descomposición de los huesos de los animales que te encuentras en el bosque. De todo lo moderno, se van creando unas pequeñas luces que después recordamos. Cuando Miró, Tàpies o Gaudí trabajaban en sus estudios, también había mucha gente trabajando como ellos, que se iba descomponiendo y descomponiendo... y al final quedan las pequeñas lucecitas de ellos, allí en medio de la noche. Yo creo que esto es el mundo del arte.
¿Cuáles son retos que querrías conseguir de una forma u otra? Eres una persona muy poética pero también muy estratega...
El gran éxito para mí es poder entrar en el estudio con energía y ganas de trabajar. El mero hecho de mantener la energía suficiente para abrir la puerta cada mañana, yo creo que es increíble. Como decía el pintor francés Paul Cézanne "lo más difícil para un artista es acostarse con una idea y levantarse con la misma". En abril inauguro una exposición fantástica en Chicago. Y en junio en la ciudad de Mons, Bélgica. También inauguraré en el Museo Oscar Niemeyer de Curitiba (Brasil), donde habrá expuestas unas piezas de enormes dimensiones de seis y siete metros dentro del espacio. Debo reconocer que tengo una vida superrica y llena. Por otra parte, también estoy haciendo un proyecto precioso por la Universidad de Notre Dame (Indiana). Yo creo que hay proyectos que este año me van a tener absolutamente atrapado. Aparte de eso lo más importante es que abras la puerta todos los días y creas que vale la pena y tiene interés.
Tu estudio es mayor, hay más infraestructura.
Hay que decir que tengo más ideas que capacidad para hacerlas. Es verdad que la escultura tiene una lentitud pasmosa... a mí me agarra de los nervios porque yo soy una persona bastante impaciente. La pintura es más ágil, más dinámica. La escultura tiene un proceso lento, es casi campesino... con el hecho de que debe cultivarse. Debo decir que con el paso del tiempo yo me he adaptado a mi vida de escultor aunque me ha costado. Yo creo que contigo Ricard nos vimos en Miami... que se inauguraba una escultura que la regalaba el benefactor, Norman Braman (multimillonario y fundador de Braman Motorcars y de Philadelphia Pharmaceuticals and Cosmetics). En su casa él me pidió una escultura por un parque de Miami. Debo decir que ha merecido la pena esperar, ya que alguien como Braman te encargue una pieza, sientes que ha sido una recompensa hacer todo este camino, aparte de tener la sensación de orgullo y satisfacción. ¡Este retorno de energía es inestimable y ha sido una de las grandes suertes de mi vida!
Tema Ley de Mecenazgo, parece que en mayo podría aprobarse. Es un paso al frente para estimular el proceso creativo.
Nos falta un poco esto. Yo me he formado artísticamente con el mundo estadounidense y ahí todo es esponsorización privada. Lo han hecho mejor que nosotros. Creo que deberían dejar que la sociedad civil interviniera más en el mundo cultural. Considero que cuando ésta interviene, se diversifica la oferta, puesto que los gustos son más diversos. A veces la Administración tiene un gusto único y esto complica la vida de otros muchos integrantes de la cultura. Yo siempre he estado a favor de la integración del sector privado en el mundo cultural. Desde siempre, porque considero que es el futuro. Me encantaría que el Gobierno hiciera una ley de ese tipo.
Otra cosa es el Estatuto del artista, o del trabajador de la cultura algunas veces no están regulados.
Son tantos detalles que debemos ir corrijan. Podríamos hablar horas y horas de todos los pequeños detalles que debemos ir corrijan. Sólo por el mero hecho de que se hable, ya es bueno. Poco a poco, vamos avanzando.
Tu relación con los críticos y crítica. Tienes muchos críticos que han escrito sobre ti. Llevo un libro de entrevistas con artículos de Montse Badia, etc.
Esto no lo he hecho yo, lo han hecho ellos con la galería de París.
Con tu beneplácito, ¿no?
Normalmente prefiero no leer las críticas. Ni buenas ni malas. Lo lee Laura. Cuando veo la cara que hace mi mujer me doy cuenta si está bien o mal. Prefiero mirar la cara de Laura que leer la crítica.