Con No una imagen justa, sino justamente una imagen –título que alude a una famosa frase de Jean-Luc Godard–, el Centro Cultural-Librería Blanquerna en Madrid y la Fundación Vila Casas se proponen reivindicar la obra de Isidre Manils (Mollet, Barcelona, 1948) y le dedican una exposición que aborda un imaginario que exuda esta mirada cinematográfica que siempre quiere evocar su creación. Abraza diferentes aspectos de su trayectoria entrelazando puntos de encuentro entre los diversos soportes en los que se expresa la pintura. La muestra, comisariada por Natàlia Chocarro, se inserta en el convenio de colaboración entre ambas instituciones para otorgar un mayor recorrido a los creadores y creadoras de la colección de arte de la Fundación en Madrid.
Si la pintura ha influenciado al cine en su concepción estructural y normalmente son muchos los cineastas que se han inspirado en la pintura como creación de la imagen, en este caso el artista plástico es quien se vale del cine para concebir con ojos de cámara. Para Isidre Manils, el cine y la pintura son las dos grandes artes de la mirada; dos conceptos que se fusionan en su obra.
Su discurso bebe directamente de las fuentes de la imagen fotográfica, cinematográfica y publicitaria, que fragmenta según una visión selectiva, que elige y elige particularidades y que congela en el tiempo y en el espacio como si de nítidos enfoques de fotogramas cinematográficos se tratara . La influencia de la cinematografía en el artista proviene de sus experiencias tempranas en el cine Ateneo de Mollet del Vallès, del que su abuelo era propietario. Fue allí, en los años cincuenta y sesenta, donde las películas que se proyectaban en la sala familiar configuraron todo el corpus creativo que años más tarde estallaría en forma de pintura, por eso todavía hoy confiesa que él, en realidad, quería hacer cine. "Me siento más influenciado estéticamente por la imagen cinematográfica que por las artes visuales." Explica que en la conformación de su cosmovisión ha tenido más peso Alfred Hitchcock que Pablo Picasso y que el cine le ha transformado la percepción. Sigue diciendo que “si hubiera tenido entonces las facilidades técnicas que hay ahora, con los soportes digitales, quizás habría continuado. Pero todos los elementos técnicos, como el super-8, eran muy precarios y caros y además el cine exige una acción colectiva en la que nunca me he sentido muy a gusto. Prefiero el trabajo íntimo, la pintura en el taller que se hace casi en secreto”.
La trayectoria plástica de Isidre Manils ha sido intensa y se ha servido de mundo del cine, del diseño y de la polaroid como instrumentos de investigación. Tras pasar por una corta etapa pictórica, a finales de los años sesenta conecta con el mundo conceptual con propuestas basadas en la imagen fija fotográfica y en el cine, que son el trasfondo de sus pinturas. Se sumó al arte conceptual de forma entusiasta por lo que representaba de protesta política, al tiempo que le sirvió para alejarse de la influencia informalista. La primera individual que hizo fue de polaroids y ya a finales de los años setenta retoma la pintura al captar aquellas imágenes anteriores de eco conceptual, pero con un acercamiento al efectismo del pop-art y con resultados hiperrealistas. Hacia 1985, con la influencia del neoexpresionismo alemán y de la transvanguardia italiana, cambia su dinámica hacia el tratamiento de la mancha y la descomposición de la imagen. Progresivamente, deja el lenguaje expresionista y vuelve a una forma de trabajar más lenta, reposada y precisa con la que siempre más se ha identificado. Desde 1987, despliega de nuevo el interés por fraccionar objetos e imágenes y por los detalles descontextualizados, cuyo origen parte de la riqueza de los diferentes medios de comunicación visual. Desde entonces sigue investigando la parte y el segmento al que sobreañade un valor al convertirlo en una evocación del conjunto que no vemos, en una insinuación o en una alusión al todo. Otorga mucha importancia a lo que queda encubierto, a lo que intuimos y sabemos que está ahí, pero que no llegamos a ver.
Se plantea la pintura como una pantalla donde ocurren cosas; sin embargo hay una gran diferencia con las imágenes cinematográficas ya que lo que le interesa a Manils es la imagen fija. Y al igual que el cine que es luz proyectada sobre una superficie blanca, su pintura tampoco tiene materia. Diferentes partes del cuerpo (ojos, labios, pelo, piel...) tratados con colores artificiales y paradójicos que parecen extraídos de laboratorio, configuran su iconografía, cargada de un inquietante misterio y poseída por una impactante pugna estática.
La muestra No una imagen justa, sino justamente una imagen que presenta el Centro Cultural-Librería Blanquerna incluye más de un centenar de obras. El título hace referencia a la necesidad de encontrar imágenes nuevas, huyendo de las establecidas y mimetizadas. Destaca un conjunto de dibujos realizados con la técnica llamada “al modo negro” que permite cubrir todo el soporte de papel con carboncillo siberiano para después ir eliminando y dibujando con goma de borrar y hacer emerger la imagen. Como si fueran apariciones, juega con claroscuros, con luces y sombras, en un ocultar y desvelar. Una ligereza matérica que Manils lo describe cómo intentar crear luz de la oscuridad. "Es una materia tanto del cine como de la pintura, y me permite jugar a poner y quitar materia".
Vista exposició Isidre Manils. No una imatge justa, sinó justament una imatge. Cortesia Centre Cultural-Llibreria Blanquerna
También se exhibe una selección de la serie Acoplamientos; asociaciones de imágenes aparentemente inconexas –para evitar obviedades– pero que tienen en común la patina azulada de la pantalla de la televisión de la que las fotografió. A su vez, la suite Palimpfest, ilustra la forma de trabajar del artista, quien guarda en el taller recortes de revistas y periódicos para una posterior manipulación, buscando vínculos entre sí. Juega con la forma y la luz al construir imágenes provenientes de otras mucho más complejas y misteriosas, escondiendo algunos fragmentos y haciendo emerger otros. De la técnica de las pinturas destacar que es plana y en la que no se aprecia la impronta de la pincelada; como si los cuadros fueran fotogramas de una película.
Su trayectoria de más de cincuenta años se pudo ver extensamente hace un año en la exposición Fuera de campo que, comisariada también por Natàlia Chocarro, se presentó en el Museo Can Framis. Tras su última monográfica en 2008, repasó la última década de producción con una selección que evidenciaba las pesquisas plásticas en este territorio intermedio entre cine y pintura.
En 2015, la Fundación Vila Casas inició un proyecto de externalización de proyectos expositivos de una serie de artistas que, representados en su colección, les permitió establecer alianzas con otros centros e instituciones de todo el territorio. En este contexto de voluntad de enfatizar la valía de nuestros artistas, y con el deseo de contribuir al engranaje artístico del país, ha firmado un convenio de colaboración con el Centro Cultural-Librería Blanquerna de Madrid. Así, la Fundación extiende el radio de acción a Madrid para ofrecer una muestra anual hasta 2026, coincidiendo con la celebración de la feria ARCO. El objetivo es que los artistas catalanes tengan mayor presencia y más proyección en Madrid.