Dentro del 43 Moussem Culturel International de Assilah el 19 de octubre se inauguraron las exposiciones de los artistas catalanes Josep M. Codina y Roser Sales. Ambos fueron invitados en los talleres del anterior otoño (que como cada año tienen lugar en el Palacio de la Medina de Assilah y que reúnen a artistas de todo el mundo) y han podido exponer este año su obra reciente, producida específicamente por a la ocasión.
Roser Sales (que es además responsable allá del taller de grabado) ha presentado una recopilación de obras sobre papel inspirada en la huella sentimental de aquella estancia en Assilah. La libertad ha primado sobre la ortodoxia de la técnica, por eso las piezas expuestas mezclan el grabado con toques de dibujo o de collage. Son composiciones evanescentes como los sueños o los recuerdos, un fluir rítmico de líneas ondulantes entrecruzadas en medio de las cuales emergen a menudo formas orgánicas flotantes en tonalidades pastel que generan un sutil juego de transparencias. La autora se inspira en la naturaleza, pero no la imita sino que evoca elementos intangibles como el viento y el ruido persistente del oleaje del Atlántico que bate en torno a los muros de la Medina. También presenta un peculiar homenaje a fragmentos erosionados de baldosas hidráulicas que en su día formaron parte de un hogar, hallados allí mismo, junto al mar, en fotografías en blanco y negro ampliadas y manipuladas.
Por su parte, JM Codina ofrece a su muestra por un lado la línea de trabajo que le ha caracterizado casi toda su trayectoria en torno a un tema principal, la piel humana, la cual refleja los signos que deja el paso del tiempo, autor anónimo, a cada persona: arrugas, cicatrices, manchas… que se convierten en señas de identidad indelebles. Estos grafismos cutáneos son transformados en abstracciones que a través de un sentido innato de la armonía trasladan la poética del concepto a la poética de la forma. Coincidiendo con su estancia en Assilah Codina ha iniciado una época de dedicación intensa a la pintura, lo que se ha puesto de manifiesto en un salto en su evolución hacia una praxis menos elaborada que la que incluía la parafina, con más uso del color y unas técnicas más directas donde la mancha de color intenso se auna con redes de pequeños trazos insistentes. Junto a estas piezas de una expresividad bastante espontánea, vemos, sin embargo, un conjunto de piezas muy trabajadas donde la luz emerge de la oscuridad en un concepto más reflexivo y profundo, cercano a los grandes maestros del barroco.