Fue una voz editorial a contracorriente. Era una mezcla de pura pasión y anarquía. Nunca sabías por dónde te saldría; espíritu libertino hasta el último momento. Nacida en Mallorca hace cuarenta y cuatro años, pero residente en Barcelona desde pequeña, Diana Zaforteza falleció ayer martes de un cáncer, pese a que su salud había sido siempre delicada. Su vocación por la literatura y el arte fueron siempre de la mano. La conocí gracias al amigo y filántropo Lluís Coromina , que la había adoptado casi y la había acompañado en todas sus aventuras artísticas y humanas. Eran un dúo incombustible. Se casó dos veces, la primera con Josep Massot , quien le llevaba ventaja en edad pero quizás no en picardía. Había fundado la editorial Alpha Decay con Enric Cucurella y el apadrinamiento de la todo poderosa agente literaria Carme Balcells. Massot le había guiado en la dirección literaria de la editorial Alfabia -nombre de una finca de Mallorca de la familia-. Una apuesta editorial arriesgada -que terminó atropelladamente- pero que tuvo ediciones brillantes y que publicó varios libros vinculados al mundo del arte como Artemisia -Gentileschi- de Anna Banti, símbolo del feminismo al que Diana admiraba por su coraje; El poeta y el pintor de Ana Rodriguez Fischer, un encuentro ficticio entre Góngora y El Greco durante el siglo XVII; Popism The Warhol Sixties , los periódicos inéditos de Andy Warhol en el Nueva York de los años sesenta bajo la redacción de Pat Hachett y del propio artista; El Cuervo , una colaboración entre Lou Reed y el ilustrador italiano Lorenzo Mattotti para adaptar el álbum conceptual The Raven o la portada que seleccionó del artista Lluís Vilà para ilustrar el libro Ida de Gertrude Stein . Sobre esa portada me gustaría contar una anécdota. Me reuní durante cinco años -reconozco que soy insistente- para convencer a Diana de que la obra de este artista catalán, nacido en Banyoles, era interesante para hacer una portada. Hicimos pruebas y pruebas y más pruebas, y nada… y cuando ya había casi sucumbido a la posibilidad de convencerla, apareció un día con una portada increíble de Lluís Vilà y con un libro igual de sorprendente, Ida; pese a dejarse el nombre del artista en los créditos -me quería fundir- logró encontrar un maridaje fantástico gracias a una perspicacia sorprendente ya saberse rodear de buenos colaboradores. Era una mujer especial, entreñable, extraordinaria en su particular caos creativo y que la vida nos la ha quitado demasiado pronto. Sea este artículo un pequeño homenaje.