En una reciente visita al museo LWL en Münster, vi con agradable sorpresa los cambios profundos que algunas instituciones están viviendo y que reflejan las realidades de un mundo fuera del “cubo blanco”. Este museo incluye colecciones que van desde arte religioso medieval, pasando por obras de arte moderno, hasta una colección nada pequeña de Beuys y algunas instalaciones permanentes de artistas como Rachel Whiteread. Sin embargo, en mi primera visita no fueron estos encuentros los que me llamaron la atención, ni siquiera puedo decir que fuera una obra en particular; lo que remarco de aquella visita es una nota que acompañaba la descripción de un cuadro: la obra titulada Little Gypsy Girl, de Otto Müller, hecha en 1926. En la ficha de la obra que describe título, nombre de l artista, año y técnica, venía un texto que decía: “El título es del propio artista y forma parte de la historia de la obra. Por su naturaleza racista, el museo ve el uso del término gipsy girl de forma crítica.”
El gesto, aunque pequeño, es significativo porque muestra que en el interior de los museos y de diferentes instituciones culturales se empieza a sentir la presión que desde fuera y en las calles se manifiesta cada día con mayor fuerza en contra de discursos tóxicos que perpetúan posturas como el racismo. Los museos, ya sean de arte, de ciencias naturales o de antropología, han tenido un papel clave en la construcción de un discurso eurocéntrico, racista, machista y xenófobo que ha dado forma a colecciones y publicaciones que estructuran gran parte del discurso histórico que la mayoría conoce. Y me refiero a una presión externa, a una presión que viene desde la “cultura de las masas”, ya que aunque hace ya muchos años que en el interior de las instituciones se ha intentado hacer una crítica que las cuestiona , la censura no se ha hecho esperar.
Basta recordar el caso de censura que afectó a Hans Haacke en 1971 en el Guggenheim de Nueva York cuando su exposición individual fue cancelada y el curador de la muestra, despedido. Todo porque, según explica la leyenda, la obra central de la muestra, Shapolsky et en el Manhattan Real Estate Holdings, hablaba de las relaciones entre la junta directiva del museo y el grupo inmobiliario Shapolsky. En las calles, movimientos de protesta como Black Lives Matter han encontrado eco en muchos rincones del mundo. En América Latina los movimientos indígenas de Chile, Ecuador y Colombia han reaccionado derribando estatuas que conmemoraban la vida y obras de “conquistadores” cuyo legado, visto con una mirada crítica de hoy, es más el de masacres y despojamiento. Estos pedestales hoy vacíos son una invitación a nuevas centralidades pensadas desde la historia y el arte que ya no sean la del eurocentrismo.