El día 11 de marzo de 1950, las Galerías Layetanas de Barcelona inauguraron la primera y última exposición de Postectura. Se habían conocido en la Escuela Llotja de Barcelona y les unió un espíritu común de modernidad y unas ganas irrefrenables de sacudir el panorama artístico catalán.
El Museo de Arte de Girona inaugura el 21 de mayo, a las 12 h, la exposición Postectura. La construcción del mañana, la primera muestra dedicada al grupo creado, en 1950, por Esther Boix, Ricard Creus, Joaquim Datsira, Josep Martí Sabé, Josep M. Subirachs y Francesc Torres Monsó.
Comisariada por Bernat Puigdollers, esta exposición puso en valor la labor del grupo y de sus integrantes. La fundación del grupo Postectura en 1950 es una de las iniciativas relevantes de este período. Todos sus integrantes se esforzaron por renovar las artes plásticas del país y desarrollaron, cada uno en su ámbito y en su territorio, carreras artísticas relevantes. Por eso hemos llamado la exposición “Postectura: la construcción del mañana”. Postectura, como el resto de grupos de la posguerra, no trabajaban por intereses individuales sino con anhelos colectivos. Trabajaban por crear un nuevo ambiente artístico más libre y moderno, trabajaban para el mañana.
Los años del franquismo fueron, en muchos aspectos, unos años oscuros y difíciles. También en el campo de las artes. Las principales instituciones artísticas del país estaban controladas directamente por el régimen de Franco y, en consecuencia, se defendían opciones plásticas muy concretas, de acuerdo con los intereses políticos del dictador, que defendía un regreso al pasado histórico nacional. Así pues, los principales Museos del país defendían sobre todo la obra de autores ligados al clasicismo o al academicismo, al igual que lo hacían la mayoría de galerías y, por supuesto, los principales centros de enseñanza. La Escuela Llotja de Barcelona, donde se conocieron la mayoría de miembros del grupo Postectura, no era una excepción. No es extraño, por tanto, que la nueva generación de artistas formados plenamente durante los años de posguerra quisieran romper con el nuevo orden establecido y encontrar nuevas vías de expresión, un lenguaje que les fuera propio.
Así es como, a lo largo de los años cuarenta y hasta bien entrados en los años cincuenta, aparecen numerosas agrupaciones formadas por jóvenes pintores con voluntad de cambio. Algunas iniciativas grupales son de carácter genérico y global. El Círculo Maillol, amparado por el Insituto Francés, o Los Salones de Octubre, posibles gracias al mecenazgo del matrimonio Imbert, son buenos ejemplos de ello. Ambas empresas tenían como objetivo dar a los jóvenes artistas lo que el estado no les daba: amplitud de miras y conocimiento del arte de vanguardia -gracias a las becas del Instituto Francés- y una plataforma -los salones- donde darse a conocer. Pero más allá de estas iniciativas, aparecen pequeños grupos que, cada uno a su modo y con mayor o menor grado de incidencia, van abriendo camino y aportando nueva luz en unos años culturalmente muy oscuros. El más conocido es posiblemente el grupo Dau al Set pero la lista es larga: Betepocs, Els Blaus, Los Ocho, Flamma, el grupo Taüll… Es así que pequeñas acciones –aunque a veces sean efímeras y puedan parecer ingenuas– se convirtieron en metas relevantes e ineludibles para comprender el proceso de apertura que vivieron las artes de nuestro país en las décadas posteriores a la guerra civil.
El grupo Postectura defendió entonces una pintura centrada en lo que hay más allá (Post) de la piel, del tacto (tectura). Pero como el resto de grupos de la posguerra, no trabajaban por intereses individuales sino con anhelos colectivos. Trabajaban por crear un nuevo ambiente artístico más libre y moderno, trabajaban para el mañana. Todos sus integrantes se esforzaron por renovar las artes plásticas del país y acabaron desarrollando, cada uno en su ámbito y en su territorio, carreras artísticas relevantes.
Joaquim Datsira y Prunés (Barcelona, 1925 – 1972), fue de los primeros en adoptar opciones estéticas de vanguardia. Tuvo una trayectoria intensa –con una pintura que evolucionó desde un mediterranismo posimpresionista a un surrealismo y finalmente una abstracción geométrica–, truncada por una muerte prematura.
Josep M. Subirachs Sitjar (Barcelona, 1926 – 2014), acabaría siendo la figura de alcance más internacional del grupo, con una obra temprana de carácter expresionista, una etapa de experimentación abstracta y finalmente un retorno a la figuración; a lo largo de su dilatada trayectoria llevó a cabo numerosas obras públicas y durante los últimos años se entregó a la realización del conjunto escultórico de la Sagrada Família de Barcelona.
Francesc Torres Monsó (Girona, 1922 – 2015), artista atípico entre los de su generación, se inició con una escultura heredera del noucentisme que derivó hacia un expresionismo llevado al extremo; durante la década de los setenta, su obra dio un giro diametral hacia una obra muy influida por el arte pop y cargada de crítica política y social, y finalmente su producción derivó hacia un territorio conceptual insólito y relevante.
Josep Martí Sabé (Santa Coloma de Farners, 1915 – Riudarenes, 2006) fue el más fiel a sus orígenes, con una obra escultórica, geometrizante y esencial, siempre figurativa; tuvo un papel destacado en el proceso de renovación del arte sacro y contribuyó a la renovación de la escultura catalana de posguerra.
Esther Boix i Pons (Llers, 1927 – Inglés, 2014), la única mujer del grupo, supo abrirse camino en un entorno difícil para las mujeres; su obra temprana, cargada de dramatismo, derivó hacia una obra de gran intensidad fuertemente influida por el arte pop y que, con los años, se volvió progresivamente más lírica.
Ricard Creus i Marzo (Barcelona, 1928 – Inglés, 2021) abandonó la pintura poco después para dedicarse a la creación literaria, ámbito en el que obtuvo numerosos reconocimientos.