La Bienal de Venecia ha sido la muestra de arte contemporáneo de referencia internacional más importante desde su fundación, en 1895 –la primera en su género–, y hasta la caída del muro de Berlín. Con la multiplicación de bienales en todo el mundo –hoy, más de cien–, la bienal ha perdido referencialidad, pero no capacidad de acoger y estimular la producción de propuestas artísticas de primer orden en los históricos pabellones de los países participantes. En cualquier caso, en el curso de su centenaria historia, la bienal ha sido un pórtico privilegiado de las artes (un Atrium Portos ) que a lo largo de los decenios ha podido acoger algunos los debates estéticos más representativos de la vanguardia artística: el futurismo , el surrealismo, el informalismo, el pop arte, el arte conceptual, el land art , el kitsch … Una plataforma artística y, al mismo tiempo, extraartística: una historia repleta de malabarismos políticos, también de ávidos estratagemas comerciales, y donde – desde el modernismo hasta el arte de hoy – los creadores catalanes han tenido un papel clave en sus propuestas artísticas, ya menudo también extraartísticas.
Del escándalo Anglada Camarasa al comisario Eugeni d'Ors
Exponer en la Bienal de Venecia en 1905 significó para Anglada Camarasa consagrarse internacionalmente, sobre todo por el revuelo que causaron sus obras decadentistas de primera época: con las sombras y miserias de la noche parisina –las drogas, el divertimento , la prostitución– que escandalizaron a los visitantes de aquella quinta bienal. En contraste, la llanura mayor de pintores modernistas –Casas, Canals– aprovechaban para presentar al certamen su producción más comercial, centrada en bailarinas de flamenco y gitanas que causaban furor entre los primeros turistas de la Serenissima .
La generación noucentista, en cambio, tuvo que sufrir la legitimación de las artes en manos de los fascismos nacientes durante el período de entreguerras. Más allá de las obras de Clarà o Casanovas en los escaparates de las bienales Mussolinianas, el caso más chocante de este período es el que protagonizó la figura de Eugeni d'Ors. Tras la adscripción del pantarca a la falange española durante su “exilio” madrileño, se convirtió en comisario en funciones del pabellón franquista en la bienal de 1938, defendiendo con jerga reaccionaria a artistas insignes del régimen como Pérez Comendador o un “converso” y irreconocible Pere Pruna.
Jordi Colomer, Únete! Join us!. Pavelló Espanyol a la Biennal de Venècia 2017
1954: Dalí vs Miró
Salvador Dalí quiso hacer una entrada de caballo siciliano en la bienal del año 1954. Acababa de jurar su fidelidad al régimen franquista y venía del Vaticano de visitar al papa Pío XII, a quien reclamó –sin éxito– que le concediera el nihil obstado –la aprobación papal– de La Madonna de Portlligat , obra en la que aparecía representada Gala como Madre de Dios. Pero Dalí, en Venecia, no despertó la atracción deseada, en particular entre el sector político italiano, inmerso en la transformación republicana del país. La figura de Joan Miró, en cambio, suscitaba mucha más admiración, y seguramente por eso se le concedió en ese mismo 1954 el gran premio de grabado. ¡Un galardón, sin embargo, que Miró tomó como una derrota, dado que el primer premio de pintura se otorgó a su compañero de generación y rival Max Ernst, que acababa de publicar un ensayo contra la pintura! En cualquier caso, Miró consideraba el certamen un “escaparate de barracas internacional”, y lo designaba como la “pudiente ensalada de Venecia”.
Tàpies: materia reservada
Es bien sabido que la generación catalana de posguerra, sin excepciones, se sirvió de la plataforma franquista en Venecia para consolidarse internacionalmente. El caso más recordado es el de Antoni Tàpies, que durante los años cincuenta y sesenta participó hasta cuatro ocasiones en el pabellón español comisariado por González Robles, hasta la adjudicación del premio, en 1958, de la UNESCO y de la fundación David Bright, que le catapultó internacionalmente. Ese mismo año, según reconoció avergonzado el artista, decidió no volver a participar en el pabellón después de descubrir que sus obras habían llegado a Venecia en cajas con la estampa “material de propaganda”... En Venecia regresó en 1993 con Rinzen, y se adjudicó el León de Oro.
Antoni Abad, BlindWiki. Pavelló Català a la Biennal de Venècia 2017
Miralda, Arranz-Bravo, Muntadas, Colomer
Los mejores artistas del país han participado en algún momento u otro en Venecia, y casi siempre con exposiciones de gran relevancia en las salas del pabellón español de la bienal. No hay más que recordar el revuelo que causó la exposición de Miralda en su proyecto Honey Moon (1987), un gran montaje donde se escenificaba, a escala elefantística, un matrimonio, con todas sus particularidades y tradiciones; o el gran montaje de Arranz-Bravo y Bartolozzi, que en la muestra Midas Universales de 1981 pintaron ciento veintiséis telas que elaboraron para pintar todos los tamaños posibles del marco pictórico. Cabe recordar también la última intervención de Antoni Muntadas, que transformó el pabellón en una sala de espera desde la que proponer un análisis crítico de los 110 años de historia de la Bienal de Venecia. Pensamos también en la revisión daliniana de Martí Manen en Los Sujetos (con Francesc Ruiz, entre otros); así como el proyecto –utopista, activista y performativo– Join Us , de Jordi Colomer. Todo ello en una dinámica que en la última década ha avanzado en paralelo a las exposiciones del pabellón catalán (comisarías por Valentín Roma, Frederic Montornés, Jordi Balló, Pedro Azara, Chus Martínez o Mery Cuesta) en los antiguos almacenes de la sal de la eterna e inmutable Isola nobile .
En la imagen Ignacio Aballí, Corrección, Pabellón de España en la Bienal de Venecia 2022.