Narcohumanismo. Farmacias y estupefacientes , la nueva propuesta del Bòlit inaugurada el 11 de marzo, es una muestra colectiva que se centra en las drogas entendidas desde tantos puntos de vista como artistas participan. Pero también es, sobre todo, una exposición de tesis; es decir, más que una exploración meramente observacional del tema, parte de un claro posicionamiento frente al mismo, y es el concepto de narcocapitalismo –desarrollado por el filósofo belga Laurent de Sutter– entendido como sistema de autoprotección del capitalismo para mantener los individuos productivos por medio de sustancias narcóticas, tanto en su variante terapéutica como recreativa. Sin embargo, el equipo de la muestra escoge la variación “narcohumanismo” para destacar su focalización humana de la cuestión, punto de vista que se sitúa como subversivo del mismo concepto de narcocapitalismo: pone el acento en la experiencia humana en cuentas de la maquinaria que disipa lo humano en una cadena de seres productivos.
La exposición, comisariada por Eloy Fernández Porta y Núria Gómez Gabriel, se divide en el espacio del Bòlit_LaRambla y el Bòlit_PouRodó, entre los que se pueden ver doce piezas, una de las cuales está en ambos lugares y consiste en una instalación. ción de luz y sonido binaural de Óscar Martín que tiene el propósito de someter la experiencia del visitante a una cierta deformación subjetiva. Las diversas obras se disponen en los dos espacios teniendo en cuenta si se centran en la percepción del tiempo (Bòlit_LaRambla) o del espacio (Bòlit_PouRodó). También podemos observar una diferencia en el tipo de prácticas artísticas que se presentan; mientras que en Bòlit_LaRambla toman protagonismo las piezas de carácter experimental, mayoritariamente con una dimensión performativa o plástica, los trabajos del Bòlit_PouRodó responden a las prácticas de archivo, más neutras y observacionales si bien siempre condicionadas por la mirada, la selección del material y la investigación que realiza el artista. El espacio de la Rambla, pues, abre al visitante una serie de experiencias pretendidamente intensas y comprometedoras que le invitan a comprender el punto de vista del artista y de los sujetos sometidos a diversos procesos relacionados con las drogas. En cambio, las obras del Pozo Rodó presentan estudios desde fuera del fenómeno, ofreciendo lo que en definitiva podemos entender como información gráfica y material de archivo que debe servirnos para establecer una mirada más cerebral hacia la cuestión tratada. Como un binomio donde las dos mitades se complementan, de lo que se trata es de conformar una visita completa en la que el público pueda hacer una inmersión desde diversas perspectivas, ofreciéndole la capacidad de hacer la interiorización que más le convenga.
Imagen: Quimera Rosa. Instalación Trans*Plante, 2019. Foto: Axel Heise.