Empezaré este texto por la fotografía que lo ilustra. Es una imagen que yo mismo hice el pasado mes de febrero en el Museo de Málaga, en los almacenes que tienen abiertos para los visitantes (una gran iniciativa). En una balda de este almacén se encuentra esta placa. Todos lo debemos encontrar normal, ¿verdad? El museo de Málaga (un centro que es a la vez museo arqueológico y museo de arte, algo que también me gusta) se entiende como un almacén en el que se guardan las cosas relevantes del pasado arqueológico y artístico de la ciudad y sus entornos. Pero, ¿qué cosas?
Tengo la tentación de decir, como un personaje de Murakami: "Si no lo entiendes sin que te lo cuente, quiere decir que no lo entenderás por más que te lo cuente." Pero todos mis años de dedicación a la docencia universitaria me impelen a divagar un poco más sobre esa imagen. Si alguien pensó que debía almacenarse esta placa, demostración del poder (un rey y un presidente del gobierno), ¿las otras piedras que rodean la pieza no tendrán también un origen áulico? De civilizaciones remotas o próximas en el tiempo, pero casi todos los objetos u obras de arte (en estos momentos no sé si existe tal distinción) habrían formado parte de los círculos de poder de sus respectivos momentos. ¿No lo piensa así?
De ahí se desprenden algunas derivadas curiosas. En el almacén del museo malagueño no encontré ningún rastro objetual del período franquista. Pero a los almacenes a los que el visitante no puede acceder debe haber. No puede ser de otra forma. El problema es que el Estado español ha decidido ocultar los cuarenta años de dictadura, banalizarlos o blanquearlos. Lo han hecho en el Congreso español y los museos rezuman esta política de desmemoria. Los rastros de la dictadura o están todavía en la calle o destruidos o bien escondidos en los almacenes de los museos. Unos museos que nunca son neutrales.
A propósito de ello, en agosto del 2017 LaTanya Autry y Mike Murawski pusieron en marcha una campaña con el nombre que he puesto en este artículo: #MuseumsAreNotNeutral. Por las redes podrá encontrar su página web y varios despliegues en Instagram. Los activistas (artistas, pensadores... qué drama lo de las definiciones) dicen esto: “Como los museos son productos culturales que provienen de la empresa colonial, hablan de poder. Son construcciones políticas. Sus prácticas continuas también están arraigadas en el poder. El hecho mismo de que este campo tenga una larga historia de exclusión y marginación de personas de color en lo que respecta a la selección, interpretación y cuidado del arte y otros objetos, trabajos, servicios al visitante, representación de patrones, etc., indica que los museos son espacios políticos. Todo en ellos y sobre ellos implica decisiones.”
La revista de vanguardia El Esprit Nouveau promovió, en 1921, una encuesta entre los intelectuales europeos bajo este enunciado provocativo: “ Faut-il brûler le Louvre? ” Las respuestas eran ingeniosas, ahora también lo serían si preguntáramos si hay que derribar (por ejemplo) el MACBA, pero las placas del pasado, como la que ilustra este texto, están bien protegidas, que nadie se alarme.