Claramunt es uno de los principales valores de la pintura catalana de las últimas décadas del siglo XX y no siempre hemos sabido hacerle justicia. Son muchos los que, pese a las exposiciones que le dedicaron el MACBA en el 2012 y la galería Marc Domènech en el 2016, todavía no conocen su legado artístico.
Claramunt tuvo una vida intensa, al margen de convencionalismos y modas. Hijo de una familia acomodada, decidió abandonar su casa para descubrir nuevas maneras de vivir. Desde entonces, frecuentó el Barrio Chino y la Barceloneta, donde entró en contacto con la vida y la cultura gitana, por lo que quedó profundamente fascinado. Así empezó su periplo artístico, a menudo eclipsado por el anecdotismo y su biografía. Esta exposición, comisariada por Sílvia Martínez Palou y Àlex Susanna, nos plantea una visión amplia y completa de su trayectoria pictórica y lo hace de forma sobria, rigurosa y directa.
A través de siete ámbitos – La isla del tesoro , Ciudades y paisajes , Marrakech , Toro de invierno , La muela de oro, Shadow line y Naufragios y tormentas –, la exposición recorre los principales escenarios de la vida del artista, las ciudades donde vivió y que influyeron directamente en su obra: Barcelona (1970-1985), Sevilla (1985-1990) y Madrid (1990-2000), sin olvidar las estancias puntuales en Horta de Sant Joan y la ría de Bilbao ni sus siete viajes a Marrakech. Cada una de estas etapas va acompañada de una evolución plástica fruto de las experiencias estéticas y emocionales vividas. Claramunt entendía cada una de estas etapas como un conjunto inseparable que trenzaba un relato concreto. Así pues, podemos ver con claridad el paso del expresionismo dramático de los años barceloneses, de pintura densa y oscura, hacia la luminosidad y calidez de las telas de Marrakech, que acabará desembocando hacia la obra de carácter más abstracto durante los años de Madrid. Es una pintura densa, influida por el arte sucio, trabajada con una pincelada expresionista que refleja con dureza las experiencias vividas durante esos años.
Sin embargo, sus obras oscilan de la crudeza de los primeros nocturnos en la esencialidad y expresividad de la serie dedicada a las corridas de toros, hasta llegar a la delicadeza estructurada de sus últimas obras. Las obras de la serie Tormentas de hielo , tristemente premonitorias, son la condensación de décadas de pintura, la culminación de una trayectoria breve pero intensa a reivindicar. Treinta años de pintura que se despliegan ocupando por completo el espacio Volart de la Fundación Vila Casas, en una exposición que podrá verse hasta el día 1 de mayo de este año.
Foto: Luis Claramunt. Carro de banderillas , 1988. Óleo sobre lienzo, 100x81 cm.© Pedro Martínez de Albornoz.