Después de un inicio impactante, unas imágenes de la historia del Ku Klux Klan que dejan el alma helada, la exposición se desarrolla a través de numerosas utilizaciones e interpretaciones de la máscara: desde las primigenias historias de guerreras hasta las respuestas contundentes a los momentos de guerra y de crisis, de los ejércitos furiosos en Fantômas, del Cabaret Voltaire a los luchadores mexicanos, de las logias masónicas a los movimientos contestatarios... todos escondidos tras una máscara que protege y que borra la individualidad.
La máscara que libera, une y protege porque posibilita ocultarnos a la vez que también invoca, desde tiempos ancestrales, poderes ocultos que dan pie a numerosas interpretaciones que mezclan realidad y ficción, tal y como puede verse en el recorrido de la muestra.
Un largo listado de imágenes e informaciones que te hacen deambular por diferentes momentos de la historia y por diferentes respuestas a situaciones críticas, desde la respuesta a la barbarie hasta la misma crueldad humana… Son tantas las sensaciones y las informaciones que te despierta esta muestra que acabas cuestionando muchas de las situaciones que nos rodean.
En el momento actual, ver las duras imágenes del filme J'accuse con los rostros tan deformados que ya no necesitan máscara, porque la guerra les ha hecho evolucionar de rostros humanos a monstruos que hacen huir a la gente, y un poco más allá ver a los rostros que de tan deformados necesitan una máscara para convertirse en humanos, no es que te haga cuestionar en qué barbarie nos hemos situado, sino que te hace pedir hacia dónde va el hombre, que repite sin freno la misma situación.
La exposición del CCCB te sitúa frente a nuestra triste realidad, pero a la vez sabe ir más allá y mostrarte tantas respuestas culturales, políticas, populares, festivas a los interrogantes que sólo una máscara puede permitir expresar para acercarse a las profundidades salvajes y desconocidas de la humanidad, de modo que al final sólo te queda sorprenderte y poner un punto de relatividad a ciertas realidades.
Uno de los textos de la muestra nos evidencia esta relatividad más marcada en el tiempo actual cuando dice: “En este carnaval de rostros medio escondidos, también hay realidades que han dado la vuelta: hoy, el rostro enmascarado, tradicionalmente asociado al peligro, la clandestinidad y el secreto, identifica al miembro solidario de una comunidad que se reconoce vulnerable, y el rostro desnudo, el que perturba y genera inquietud.” "Desaparecer es un crimen", nos alertan. Por eso, para subvertir este orden patriarcal, la máscara ha sido utilizada por numerosos colectivos para poder “conspirar juntas”, tal y como lo hicieron las Pussy Riot, que podemos ver en unas imágenes que muestran la represión del poder ruso, y que después de haber visto las imágenes, ya mencionadas, del J'accuse se convierten en un clamor contra la barbarie.
Foto: Acción Punk Prayer , de Pussy Riot, en la catedral de Cristo Salvador de Moscú, 2012. Cortesía de Pussy Riot
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