Àngels Barcelona inaugura el 2 de abril la exposición de Jorge Yeregui Desfer, borrar, activar un proyecto de investigación sobre el valor simbólico que ha adquirido la naturaleza a principios del siglo XXI. La propuesta trabaja sobre el proceso de renaturalización de un espacio urbanizado en un parque natural. Una intervención paisajística promovida desde diferentes administraciones que pone en valor el patrimonio natural de una región y que servirá para plantear distintos interrogantes sobre las connotaciones culturales que implica esta operación.
Este trabajo tiene la intención de revelar este cambio de perspectiva tomando como caso concreto el Paraje de Tudela, situado en el parque natural del Cap de Creus (Girona). En esta ubicación se produjo un proceso de deconstrucción y renaturalización de un espacio que había sido explotado durante años como resorte. Se trata de un caso muy particular en el que este cambio de paradigma respecto a lo natural adquiere una nueva dimensión –la de revertir un territorio urbanizado a un estado previo– y que permite plantear nuevas cuestiones e interrogantes en relación con el modo en cómo percibimos y nos relacionamos con el entorno.
El Club Med se edificó durante el boom inmobiliario de los años sesenta y abrió sus puertas ocupando una superficie de 240 ha. con capacidad para 1200 visitantes. El resort incluía dos restaurantes, bar, piscina, pistas deportivas, un pequeño teatro, discoteca, un pequeño puerto privado y un gran número de bungalows para alojar a los turistas. En 1997 el Cap de Creus fue declarado Parque Natural, pero este espacio mantuvo su actividad hotelera hasta el 2004, como una pequeña isla urbana dentro de un entorno natural protegido. Con el cierre se inició un dilatado proceso de recuperación natural, cuya intervención más representativa consistió en el derribo y vaciado de las construcciones existentes. Un gesto de enorme valor simbólico y formal que va acompañado de un conjunto de medidas e intervenciones menos visibles pero igual de importantes dentro del proceso de restauración, tanto en sentido paisajístico como ecológico.
Es importante destacar que todas estas acciones encaminadas a la renaturalización del lugar giraban en torno a un elemento común: la presencia de un límite, de una línea dibujada sobre el plano que durante décadas ha segregado dos territorios, de este modo separaba el espacio público de lo privado. Fue intensificando su carácter de frontera con el paso de los años diferenciando además el espacio natural de lo artificial, el paisaje autóctono del paisaje del turismo, el original y del impostado, el protegido de lo prescindible. .
Deshacer, borrar, activar, que podrá visitarse hasta el 21 de mayo, se centra en la presencia de esta línea y en el proceso de borrado. Trabajando a uno y otro lado, el proyecto adquiere un cierto carácter performativo en el que, la ubicación desde la que se toma cada imagen, resulta determinante para analizar la “costura” del territorio.