A raíz de una conversación con el amigo y filósofo David Armengou en un parque de Berlín rodeados de luz otoñal, sobre arte, naturaleza, ser, dolor, muerte, resiliencia, rebrotar, es donde se cocieron las ideas de este texto.
Hay un momento en el ciclo cósmico al que está sometida la naturaleza de nuestro planeta en la que existe una confrontación con el no-ser. Es un dejar de ser como organismo latente. El ser queda en suspensión y de alguna forma se pone a recargar baterías. Lo que caracteriza al ser en la naturaleza es la persistencia. El no ser da paso a un sueño lethargico: un descenso en la noche.
Todas las mitologías universales describen este momento como un descenso ad inferos, un descenso al inframundo. Así como Perséfone, diosa de la fertilidad, es secuestrada por Hades, dios del infierno, ocasionando que el mundo se convierta en un desierto. No será sino con el retorno de la hija secuestrada al mundo de la luz que podrá restablecerse el orden natural. Un acuerdo entre los dioses estableció que Perséfone podría pasar seis meses en el mundo de los vivos (primavera y verano) y la otra mitad del año en el mundo de los muertos (otoño e invierno). Es interesante observar cómo todas las religiones arcaicas se desarrollan a partir de cultos a la fertilidad de la naturaleza. Y que su resurgimiento implica necesariamente una confrontación con la noche del ser. Entendida ésta como un período de silencio y quietud.
Cuando la vida vuelve, después de un evento traumático, se establece un equilibrio que llamamos resiliencia. La resiliencia psicológica es la capacidad que tiene una persona para resistir ante las adversidades de la vida y desarrollar un proceso hacia la plenitud existencial. La resiliencia es el rebrotar en la vida humana.
Después de las grandes catástrofes que ha sufrido la humanidad, ya sean naturales (epidemias, terremotos, etc.) o culturales (guerras, crisis económicas, etc.), se han producido grandes períodos de evolución y explosiones de creatividad. La creatividad juega un papel clave en el proceso resiliente. Puesto que la capacidad humana de creación hace posible una aceptación del sufrimiento y opera una transformación en el individuo. A través de la elaboración intelectual, ya sea artística o científica, se adquiere una distancia del dolor, una comprensión del sufrimiento y, lo más importante, un sentido para seguir viviendo. Rebrotar, ya sea humano o vegetal, requiere por tanto un repliegue en sí mismo, una confrontación con el no-ser. Los árboles pierden las hojas en otoño y su crecimiento se detiene o se ralentiza. Este repliegue les protege de los daños causados por las duras condiciones climáticas. Los letargos introspectivos humanos o los períodos de duelo tienen un efecto reparador, a la vez que nos fortalecen frente a las tragedias de la vida.
El espíritu humano siempre es capaz de encontrar nuevas estrategias, de imaginar nuevos astros en la oscuridad, de inventar nuevos colores y flores en invierno