México es un país extraordinario. Aparte de todos los temas negativos que continuamente salen en los medios y los propios ciudadanos deben soportar a menudo, continua siendo un país extraordinario. Como me comentó el artista Darío Escobar, después de una visita en su estudio, "tienes el primer mundo y el tercer mundo relacionándose y confrontándose continuamente". Las relaciones de México con Cataluña y con España han sido constantes, con todos los claroscuros que sabemos y no sabemos. El último gran vínculo fue el exilio republicano de mentes preclaras hacia ese país, que las supo aprovechar muy bien; parece que ahora la cosa está a la inversa.
La primera persona que me habló de todo esto fue el desaparecido amigo y artista transdisciplinario -cuando la palabra todavía no existía- Carles Fontserè. El autor, conocido como cartelista, trabajó entre otros con Cantinflas y se relacionó con Frida Kahlo a través de su amigo artista Josep Bartolí; otro exiliado republicano catalán que, además, fue amante de la mexicana. Entre los lazos de personalidad de primer nivel también encontramos a Remedios Varo, la artista mexicana nacida en el municipio de Anglès.
Pero volvamos al presente, esta editorial quiere ser una pequeña cata de un artículo más denso que publicaré la próxima semana sobre todo el ecosistema de relaciones sobre un país que no se acaba nunca. Mi último viaje para ver la feria ZONAMACO en Ciudad de México, entre otros lugares ignotos, me llevó hasta una calle estrecha -Francisco Ramírez-, como la de la mítica novela de Josep Pla, donde hay casi todo uno mundo que te atrapa: la Casa-taller Barragán , uno de los arquitectos más interesante a nivel no sólo Mexicano sino también internacional, y una galería, Labor , que dirigida por la barcelonesa Luz (Luz) Massot, hace las delicias de la contemporaneidad en un ambiente con propuestas rompedoras como las de Antonio Vega Macotela, Claudia Gutiérrez Marfull o Héctor Zamora. Una semana intensa donde el cotidiano te seduce a golpe de contraste y mientras puedes ir bebiendo en besitos el tequila o el mezcal de una sociedad acogedora, que explota de creatividad.