La cita de Antonio Gramsci que dice “Il vecchio mondo sta morendo. Quello nuovo tarda en comparecer. E in questo chiaroscuro nascono y muestre” (“El viejo mundo está muriendo. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro nacen los monstruos”) fue la chispa que llevó a Joan Fontcuberta a reflexionar sobre las relaciones entre la fotografía analógica ( del mundo viejo) y las imágenes generadas por la inteligencia artificial (del mundo nuevo). El fruto de este trabajo es Monstres, la exposición que se puede visitar en Can Framis de la Fundación Vila Casas hasta el 23 de enero de 2022.
La muestra presenta media docena de proyectos realizados por Fontcuberta, como Trauma y Prosopagnosia (en colaboración con Pilar Rosado), algunos son más líricos y otros, más provocadores, como Beautiful agony, que a través de diferentes pantallas muestra las caras de Donald Trump, Vladimir Putin, Juan Carlos de Borbón y Dominique Strauss-Kahn teniendo un orgasmo mientras discursean. Evidentemente, estos vídeos son deepfakes y el trabajo es una parodia teñida por la mirada crítica y cargada de humor de Fontcuberta, una parodia creada a partir de algoritmos que le permiten manifestar los mecanismos del engaño de una forma deliberadamente exagerada. Y de paso recordar que los cuatro personajes elegidos han estado involucrados en casos de abusos de poder o escándalos sexuales. Ya sea por la popularidad de los personajes elegidos o por sus caras de orgasmo, Beautiful agony, que Fontcuberta ha creado junto a Pilar Rosado, es uno de los platos fuertes de esta exposición. Y realizar esta propuesta no ha sido sencillo.
El trabajo parte de 3.500 videoselfias colgados en la web Beautifulagony.com, que pasados por una tecnología basada en algoritmos crea una progresiva secuencia de rostros de personas en pleno orgasmo. Esa misma inteligencia artificial la han utilizado en el inquietante Frenografías: atlas visual de la locura, en la que el punto de partida son los retratos que el doctor Joan Obiols hizo de enfermos mentales que trataba durante los años cuarenta y cincuenta. Las imágenes que Obiols hizo con fines terapéuticos han sido digitalizadas por un superordenador que combina aleatoriamente los píxeles y crea nuevos rostros imaginarios que podrían ser reales pero que tienen un punto abstracto y monstruoso en la línea de las representaciones de Bacon o Munch. Ahora bien, si el conjunto de la exposición es un viaje al país de las imágenes virtuales, el espectador con el pretexto de un álbum familiar dañado con imágenes medio borradas también presencia las ruinas de la fotografía analógica, y capta a través de las propuestas creadas a ritmo de algoritmo que el progreso no se libra de cierto tinte apocalíptico.
Desde 2008 que Joan Fontcuberta (Barcelona, 1955) no presentaba ninguna gran exposición en Barcelona, quizás por eso en esta ocasión ha puesto toda la carne en la parrilla y el recorrido por la muestra no deja indiferente. Con la intención de domesticar monstruos, también se ha atrevido a jugar con la famosa fotografía del rey emérito Juan Carlos I frente a un elefante cazado en Botsuana. El trabajo lo ha titulado Botsuana safari y lo ha configurado con 20.000 teselas de mármol de Carrara gris. Pero la pieza aún esconde otra sorpresa: Petit Nicolás apuntando al espectador detrás de un árbol, toda una alegoría de la corrupción.
Para Fontcuberta, enamorado de los mosaicos, las teselas de hace 2.000 años serían como los píxeles de hoy, y la técnica le permite abordar temas antiguos y universales todavía vigentes en plena era del algoritmo. Galardonado con el premio internacional Hasselblad, considerado como el Nobel de la fotografía, Joan Fontcuberta fomenta el pensamiento crítico desde hace más de cuatro décadas. Y el impacto que ofrecen estos Monstruos quiere responder a la pregunta de qué monstruos se esconden en la tecnología, el lenguaje y la política. El conjunto abarca el documento y la especulación, las imágenes naturales y las imágenes postizas, unas combinaciones utilizadas habitualmente por el artista, pero que en esta ocasión resultan especialmente turbadoras quizás porque la creación de monstruos es común en todos los humanos como ya apuntaba Goya en su aguafuerte El sueño de la razón produce monstruos.