Hace 30 años que la antropóloga Saskia Sassen acuñó el concepto de ciudades globales. No son necesarias muchas explicaciones para definirlas; hoy sólo leyendo estas dos breves palabras comprendemos la dimensión de su definición: ciudades hiperconectadas, con constante crecimiento que tienen una influencia global no sólo con su nuevo urbanismo sino también con la forma de hacer política y de hacer cultura. Las ciudades globales son hoy el orgulloso bastión de las sociedades occidentales y occidentalizadas, los supuestos faros del cosmopolitismo y de la contemporaneidad; ciudades que crean el futuro, espejo de los embobados de abajo. Pero hoy, embobarse con las grandes ciudades es casi antiguo y reaccionario. Hay una sociedad mucho más interesante fuera de estos grandes espacios influencers. Exactamente: los pueblos. No es necesario que se afiguren un pueblecito pequeño perdido en medio del Pallars con espíritu bucólico; por pueblo me refiero a todo lo que es antónimo de ciudad global. Sería un pueblo lo que alguien llama comarcas, o periferia, o extrarradio... Todo lo que queda lejos de la alargada sombra de las tendencias globales de las grandes ciudades. Sí, lo que tiene todavía un regusto auténtico y esencial porque no ha pasado por la criba de esa contemporaneidad mal diseñada que se fundamenta en un exceso de orden, de normas, de higiene y de todo tipo de protocolos. Tienen dinero, eso sí, ¡pero a qué precio!
Hoy pienso en los pueblos como espacios revolucionarios, de formas y de fondo. Son espacios libres, sin tanto miedo, sin tanto molde ni protocolo. Sitios con esencia desenvuelta, con cierta incorrección también. Y me gusta ejemplificarlo con Viaje al país de Maialussa, exposición comisariada por el poeta targarí Xavier Garcia que ha hecho en homenaje al trío formado por Carles Hac Mor, Àngel Jové y Benet Rossell ya un viaje que emprendieron el mes de marzo del 1989 por las comarcas –tan exóticas– de las Garrigues, Segrià, Baix Cinca, Matarranya y Urgell (y avergüenza un poco si no sabes dónde paran). Lo mismo y añorado Hac Mor lo explicaba así: “Realizamos un periplo de 10 días por parajes de secano de estas comarcas con el objetivo de realizar investigaciones de antropología, etnografía y lingüística, artísticas, literarias y videográficas. El resultado de todos estos trabajos dio como resultado un viaje insólitamente iniciático.”
Con poco material diverso existente (sólo unos cientos de polaroids y horas y horas de vídeo), Garcia reconstruyó el viaje y puso de relieve estos viajes a los lugares cercanos como escenarios de absoluta exploración. La exposición, en la Sala Marsà de Tàrrega, cerró el 4 de octubre pero en breve la colección local Natan editará su catálogo.
Maialussa es el antónimo de lo que embelesa al mundo. Pero ya sabéis, la verdadera verdad se encuentra en los pueblos.